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Sin aire acondicionado

Un mercado de diseño sin refrigeración

El recinto de Paiporta, abierto hace quince meses, sigue sin el centro de transformación que suministre de energía a los ascensores y el aire acondicionado

Verónica y Vanesa, frente a sus paradas en el Mercado de Paiporta, con un aparato de aire, al fondo. c. l.

Tiene un diseño moderno, un cubo de vidrio que permite ver los puestos y sus productos desde el exterior, pero tanta modernor tiene sus inconvenientes si no se dispone de todos los elementos necesarios. El Mercat de Paiporta, inaugurado en marzo de 2016 tras invertir la Generalitat más de 1,5 millones del Plan Confianza que impulsó Francisco Camps en 2009, acumula 15 meses sin aire acondicionado y con los ascensores inutilizados. El motivo es la falta de un trasformador que dote de potencia eléctrica al edificio y que el arquitecto que diseño el inmueble no contempló.

El proyecto se inició allá por el 2010, pero a causa de retrasos varios, trámites burocráticos y quiebra de la primera empresa adjudicataria, las obras no comenzaron hasta principios de 2014. El Consell adjudicó la construcción por 1,5 millones de euros a una UTE con un plazo de ejecución de un año. Durante los trabajos, los vendedores del antiguo mercado fueron reubicados en barracones en la Plaça Tres d'Abril.

En las primeras semanas de 2015, casi cuando el nuevo mercado tenía que abrir sus puertas, se produjo el primer contratiempo serio. La adjudicataria paralizó la obra por el impago de unos cien mil euros que debía abonar la Generalitat por cuatro certificaciones. Una vez puestos al día, la empresa retomó los trabajos, concluyendo casi un año después.

Con el edificio entregado y listo para entrar en funcionamiento, se detectó que el arquitecto al que la Generalitat le encargó el proyecto no había incluido la instalación de un centro de transformación que abasteciera a la línea de media tensión para el funcionamiento de ascensores, aire acondicionado o cámaras frigoríficas. La empresa adjudicataria se lavó las manos porque el transformador no estaba en el proyecto inicial e instó a que los vendedores volvieran ya a la nueva ubicación al estar costeando los barracones.

El nuevo equipo de gobierno abrió el mercado en marzo del pasado año, no sin antes reclamar a la Generalitat que finalice la obra con el transformador. El problema es que la UTE adjudicataria, entre las que figuraba una empresa de la familia Cotino, ha quebrado por lo que el Consell debe liquidar la adjudicación y licitar un nuevo proceso para acondicionar el lugar donde iría el centro de transformación -inicialmente destinado a baños- e instalarlo.

Mientras dura todo este proceso burocrático, el edificio, con nueve de los 14 puestos ocupados, sigue sin aire acondicionado (este será el segundo verano) y con los ascensores, que dan acceso a los baños y a los trasteros del sótano donde guardar mercancías, sin funcionar. El pasado año a las arcas municipales ya le costó 4.000 euros la instalación de varias máquinas que bajen un poco la temperatura durante los meses de junio, julio y agosto, además del alquiler todo el año de un aseo portátil en el exterior para personas con movilidad reducida, según explicó el teniente de alcalde y concejal de Comercio, Vicent Císcar.

«El calor en verano es insoportable, es como un invernadero. Los clientes se quejan con razón del calor y si no vienen, no vendemos, y tenemos pérdidas al tirar parte del género porque se estropea», describe Verónica, que regenta un herbolario desde hace cinco años.

«Veo crudo jubilarme aquí»

Vanesa se ocupa de la charcutería y salazones que han tenido sus tíos durante 30 años. «La clientela es buena, pero el tema del aire acondicionado espanta a los compradores los meses de calor y se nota muchísimo. Además yo tengo que bajar el género por las escaleras porque el ascensor no funciona», explica. Por su parte, José sigue con su carnicería desde hace más de tres décadas y a sus 54 años tiene la intención de jubilarse en su negocio aunque «visto lo visto, lo veo un poco crudo», admite. «Cuando empiece el calor aquí no se puede estar, vienen menos clientes y afecta al género», alerta. «El diseño es muy bonito, pero es un horno con este calor y al final necesitamos clientes», reconoce María, con una parada de frutos secos.

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