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Moncada

Ciutat de la Pilota: sin acabar por dentro y abandonada por fuera

La paralización de las obras del complejo deportivo de la Generalitat, en el que solo funciona el trinquet, ha supuesto también el deterioro del exterior del edificio, con aceras sin pavimentar, solares aledaños con hierbas secas, basuras y escombros sin retirar

Ciutat de la Pilota: sin acabar por dentro y abandonada por fuera

Antes que la Copa del América o la Fórmula 1, el gobierno valenciano tuvo otro gran proyecto deportivo cuyos resultados acabaron en el debe económico de la Generalitat. En el año 2003, el entonces president Eduardo Zaplana colocaba la primera piedra de la Ciutat de la Pilota de Moncada, un proyecto que iba a costar en un principio 6 millones de euros y que ha acabado costando más de 13. Y eso que el edificio multiusos para el deporte autóctono valenciano está aún lejos de ser un edificio completo.

En 2010, con varios años de retraso sobre el plan previsto, la Generalitat (en esta ocasión, de la mano de Francisco Camps) inauguró oficialmente la Ciutat de la Pilota, aunque solo estaba listo el trinquet principal. Pero con la crisis llegó la paralización de las obras y falta por terminar el resto de las instalaciones, entre ellas el aparcamiento, lo que ha impedido que hasta ahora el ayuntamiento le conceda la licencia de actividad (algo que no ha impedido) la celebración allí de varias finales. Pero siguen sin acabarse la plaza central de «joc internacional» y el «carrer artificial» para la práctica de «llargues». Tampoco está el «minitrinquet», las seis «galotxetes» (una modalidad para practicar pilota en recintos pequeños) y un frontón.

La paralización de las obras y la falta de uso de las instalaciones -solo acoge a la escuela de pilota de Moncada y al Centre d'Especialització de Pilota (Cespiva)- también ha provocado un progresivo y rápido deterioro de la destinada a ser la nueva «catedral» de este deporte: hay filtraciones de agua, pasarelas inacabadas, vallas rotas o en mal estado, forjados sin protección...

Hace unos meses, fuentes de la Conselleria de Educació i Esports indicaron que para terminar el proyecto habría que invertir unos 8 millones de euros más. De momento, y según adelantó ayer a Levante-EMV el director general de Deportes, Josep Miquel Moyà, la conselleria tiene en marcha un proyecto para habilitar 56 plazas de aparcamiento provisionales en lo que principalmente se concibió como la plaza central. Esta actuación cuenta con una reserva presupuestaria de 300.000 euros en los que, según explicó Moyà, se incluirá también el acondicionamiento del exterior de la Ciutat de la Pilota.

Excrementos por pavimento

Y es que, si lamentable es la imagen interior de esta ambiciosa infraestructura, no lo es menos su exterior. Uno de los laterales de la Ciutat carece de aceras y, en vez de baldosas, hay decenas de excrementos de perro y malas hierbas. Ahí se han levantado muros provisionales para evitar accesos y robos de material en los años en los que las obras han estado paradas, y que afean aún más si cabe el aspecto de esta zona del edificio. La acera del otro lateral sí está pavimentada, pero tampoco su aspecto es mucho mejor, ya que se suelen encontrar restos de poda o material abandonado junto a los contenedores que se tarda mucho en recoger, según han denunciado algunos vecinos de la zona.

En uno de los extremos de la Ciutat de la Pilota está la entrada principal, en las que el paso del tiempo y la falta de inversiones se deja ver por el mal estado de la madera que adorna parte del suelo, las pintadas en los muros y la sequedad de los arbustos decorativos. Pero nada comparable con el aspecto del otro extremo del inmueble. Allí hay una gran parcela de propiedad municipal que la constructora usó para arrojar los escombros de la excavación para construir los aparcamientos (que no se pueden usar hasta que no se solucionen las filtraciones de agua). Aquellos escombros nunca fueron retirados y hoy están cubiertos de hierbajos y plantas secas, lo que ha hecho que algunos vecinos alerten también sobre el peligro de incendio.

Tampoco faltan allí las casetas de contadores de electricidad vacías, tan típicas del paisaje valenciano tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, y un gran monolito que fue usado para hacer las pruebas del hormigón que cubriría todo el edificio y que, una vez cumplido su cometido, no fue retirado.

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