En otros estadios enseñan pañuelos, nosotros enseñamos el cemento, dice Manuel Illueca. Es lo que sucede tras la ruptura emocional con equipo, club, entrenador, o con todos al mismo tiempo. Por historia, el cemento es nuestro hábitat. Quien ya estaba aquí el siglo pasado sabe de qué hablo. Este estoicismo es el mismo que nos unge de una fuerza insólita cuando se da esa conexión mágica con jugadores y club. Como venía pasando. Y, ¿qué se ha roto, de repente? Dejemos la prosodia para otro día. Estas son las causas de la actual situación del Llevant:

1. Las «presuntas» trampas. Después de que todo el mundo escuchara las cintas de Descarga y Romero, la carroza se convirtió en calabaza. El golpe fue durísimo, hubo que taparse la nariz y convencerse de que jamás volvería a pasar nada parecido. Sin embargo, la entidad (sus futbolistas, algunos de los que han abanderado al mejor Llevant de la historia) ha vuelto a salir en los papeles. Imputados, presuntos, etc. El golpe ha sido letal, de nuevo.

2. Clientes vs levantinos. La modernización del club ha copiado un modelo americano de negocio ajeno a nuestra realidad, nuestra historia, identidad e idiosincrasia para convertir a los levantinos en meros clientes de un espectáculo. Este modelo ha abierto un abismo entre el palco (esa torre de marfil, de nuevo, pese al sistemático maquillaje que se pretende) y la grada.

3. Manolo Salvador. El mismo que durante años consiguió un equilibrio envidiable en toda el área deportiva, ahora no acierta con la tecla. Se equivocó con Caparrós (salvado por Keylor), no tuvo paciencia con Mendilibar, se equivocó al destituirlo y más aún al elegir a Alcaraz, que ha sido incapaz de enderezar la situación: 11 puntos en 13 partidos sin jugar contra Madrid ni Barça.

4. Plantilla descompensada y vestuario roto. Dicen las malas lenguas que a Mendilibar lo echó el piquete del vestuario. Pero no estoy allí dentro; me guió por lo que sé: Diop y Vyntra se querían marchar y su rendimiento lo acusa; Pedro López y Juanfran declararon en Navidad que si no jugaban, querían irse; dos de los intocables son los delanteros: el rendimiento de Casadesús es más que discutible y Barral lleva un gol en 19 partidos, los mismos que Martins en 2 partidos y unos ratos, pero apenas se le dan oportunidades. Lo más flagrante sobre el césped es, como saben todos los rivales, que nuestra banda izquierda es un coladero: Nikos es voluntarioso; Ivanschitz ni eso (como Sissoko), pero Toño, Rubén (en menor medida) y Camarasa (hasta hace nada) chupan banquillo. ¿Quien tira del carro? Los Iván, Morales, Rubén y Camarasa y unos cuantos más que, sin ser canteranos, demuestran también compromiso e intensidad. Ellos y los refuerzos de invierno (incluído Jason y algún otro canterano) tendrán que sacar esto adelante.

Ante esta situación, lo que se espera es que Quico Catalán ratifique a Alcaraz, que el míster afirme que se ve con fuerzas y que ambos se muestren optimistas. Pero este siempre es el guión poco antes antes de una destitución. Me atrevo a aventurar que si el Málaga se lleva los 3 puntos y la imagen es mala, Alcaraz hará las maletas y Villafaina tomará las riendas. De perdidos al río.

Tras la derrota ante el Athletic creo que es la mejor opción. Ojalá me equivoque. Ojalá veamos la actitud de El Madrigal, de la segunda parte en Copa, ójalá no veamos a ningún futbolista trotar por la hierba. ójalá el equipo sea capaz de conectar con la grada, ojalá el cemento vuelva a la cápsula del pasado. Ojalá ganemos. Y ojalá el club reconsidere tantas cuestiones esenciales para que el cemento y el abismo no regresen. Dicho todo esto, que quede claro que ante la adversidad debe crecer la fidelidad y que la militancia «granota» está al margen del éxito o el fracaso. Pero todos queremos seguir en Primera.