Los niños de hoy en día crecen bajo el influjo de Messi y Neymar como otros lo hicieron con el de Peter Pan y Campanilla. También se suman a la militancia del mejor equipo de siempre soñadores de toda edad y condición, y un tropel de advenedizos, ansiosos por auparse a caballo vencedor. La noche del jueves, de hecho, ardió Troya en la ciudad. Nunca una goleada al Valencia CF fue tan celebrada en el territorio que en teoría comparte con el Llevant y que en la práctica van cediendo, ambos, a la carrera, a Barça, Madrid, City o Bayern. Los equipos que apenas celebraron títulos en su historia, hace tiempo que asumieron el papel de comparsas en el nuevo concierto del futbol europeo. Qué remedio. Otros, como el Valencia, supieron encontrar un resquicio para la grandeza hasta hace bien poco y ahora se resisten a un rol secundario. En esa disquisición identitaria, los merengots oscilan entre el drama y la nostalgia, con aderezos de ansiedad, que suele ser la guinda del drama. Es una situación compleja y laberíntica. En Orriols, sin embargo, un 0-7 ante el Barça representaría 5 minutos de disgusto, pero una victoria se recordaría durante décadas, con el aura de las grandes leyendas de la antigüedad. La vida son expectativas. Y es menos trágica sin abusar de ellas.

Hoy llegan Messi, Neymar y los polvos mágicos a Orriols y Rubi ha pasado la semana ingeniando la manera de contrarrestar sus efectos. No hay equipo en Europa que no tiemble cuando visitan su estadio, pero todos los sistemas tienen sus puntos débiles, como este año han demostrado, hasta la fecha, el Deportivo en el Camp Nou (2-2); y como locales, el Celta (4-1), el Sevilla (2-1), el propio Valencia (1-1) y el Espanyol (0-0). Dicen que para sumar frente al Barça hay ser intenso en cada lance, estar acertado en defensa, aprovechar cualquier opción de gol y tener un punto de suerte. El levantinismo ya ha saboreado las mieles de humillar al FC Barcelona en Liga. Fue hace 50 años pero en la grada quedan septuagenarios que lo recuerdan como si fuese ayer. El Llevant le endosó un 5-1 en Vallejo (64-65). Sí. 5-1. Al Barça. Han leído bien.

El siglo XXI ya ha sido otra cosa bien distinta. El once granota solo consiguió vencer en Copa, con Orriols hasta la bandera, con Preciado en el banco y con el gol de Rivera. Fue el regalo de Reyes de 2004. En Liga el Llevant ha cosechado desde 2004 trece derrotas y cuatro empates, todos en Orriols. El Barça, de hecho, es el único equipo de los que militan hoy en Primera que se resiste a los levantinos en lo que llevamos de tercer milenio. ¿Podría eso cambiar en la matinal de hoy? ¿Hay opciones reales de conseguirlo?

El bombardeo mediático se empecina en recordarnos que es imposible; la situación deportiva del Llevant, frágil en la zaga e inocente a la hora de concretar un juego atrevido y vistoso tampoco invita al optimismo. Sin embargo, desde la llegada de Rubi, este equipo ha mostrado ciertas virtudes: puede ser sólido en defensa, con la solidaridad de mediocentros e interiores; tiene músculo y corazón para pelear cada lance al límite; sabe circular el balón, aguantarlo y hacer que el rival corra tras él, hasta que deje un hueco, una opción; y tiene dinamita en ataque, que más pronto o más tarde acabará por estallar. Cuando sea capaz de hacer coincidir todas estas virtudes durante 90 minutos, puede ser competitivo incluso frente al Barça. Y ese es el Llevant que todos esperamos hoy: un capitán Garfio sin piedad, que deje a oscuras el país de Nunca Jamás, al menos por hoy. Porque independientemente de que el Barça esté líder, se vaya a Júpiter a dar una exhibición o que Suárez se rasque la entrepierna a tiempos, lo único importante para la parroquia levantina es sumar y mantener la categoría. Todo el otro folklore (magia incluida) para quien lo quiera. Nosotros queremos la victoria. Y un equipo que salga a conseguirla con el cuchillo entre los dientes.