­Han pasado 23 años desde aquel frío 5 de diciembre de 1993. El Levante UD, entonces en Segunda B, perdía en el Nou Estadi ante l'Hospitalet en una tarde nefasta de los azulgrana. Con 0-2 en el marcador, el técnico granota, José Enrique Díaz, aprovechó los últimos minutos para hacer debutar a un prometedor extremo, un juvenil imberbe. Con apenas 17 años, Juanfran García García (Valencia, 39 años) saltó al terreno de juego para comenzar a escribir una larga historia a la que hoy pondrá el punto final. Las lágrimas derramadas en Vallecas hace unas semanas, en el último partido de la temporada, avanzaron el adiós del valenciano, el hijo pródigo del levantinismo que un día cogió la maleta para dar la vuelta al mundo antes de regresar a su barrio para ascender a Primera División con la camiseta que más veces se ha enfundado „218 partidos„.

Juanfran se crió en las calles de Barona, una zona pegada a Orriols. En el instituto no fue un estudiante brillante y el noble oficio de la peluquería se cruzó en su camino. Se apuntó a un cursillo y estudió tres años. De hecho, sus conocimientos con las tijeras se han dejado ver en todos sus vestuarios.

Pero estaba claro que la habilidad de aquel espigado chaval de piel tostada, más que en las manos, estaba en los pies. En el cauce del Túria, en el campo del CD Serranos, destacaba con la zurda desde pequeño. Fue fichado para las categorías inferiores del Levante UD, donde jugó en el Juvenil División de Honor como extremo, junto a Sergio Ballesteros. Debutó con el primer equipo en Segunda B y después, en 1996, formó parte del ascenso a Segunda, antes de una notable temporada con Mané en el banquillo.

En la otra parte de la Avenida de Primado Reig, en Mestalla, alguien puso sus ojos en aquel lateral capaz de recorrer la banda sin respirar. El Valencia pagó por él cien millones de las difuntas pesetas. Juanfran se cambió al blanquinegro con un sabor más agrio que dulce en Orriols.

Como valencianista conoció el éxito de la mano de Ranieri. Ganó la Copa del Rey de 1999 y se consagró en la élite. El Celta de Vigo de Víctor Fernández, el de Mostovoi y Gustavo López, insistió por él. Con 20 años se mudó a Vigo, donde fue feliz. Allí conoció a su mujer y marcó seis goles que hicieron posible que el Celta jugara la Liga de Campeones. Quizá por eso, Balaídos le guarda cariño. Su rendimiento fue tan alto que Camacho le convocó para la selección para jugar el Mundial de Corea y Japón. Su rostro desencajado por la rabia ante el árbitro Gamal Al-Ghandour pasó a la posteridad.

El inesperado descenso del Celta le abrió las puertas al fútbol extranjero y Vicente del Bosque lo reclutó para el Besiktas turco, donde rindió a buen nivel hasta la marcha del técnico salmantino. Duró un año. De Turquía, Juanfran puso rumbo a Holanda para fichar por un club mítico, el Ajax de Ámsterdam. Sin embargo, su familia no se aclimató y la primera oferta que recibió de España fue bienvenida. El Zaragoza, en reconversión con la llegada jugadores como Aimar y Ayala, le convenció. El zaguero valenciano se acercó a su mejor versión, pero el club maño acabó con sus huesos en Segunda. Otro descenso.

En 2008 se instaló en Grecia. El AEK de Atenas le acogió en su última aventura antes del regreso a casa, que llegó en el mercado invernal de 2010, tras una tensa negociación el conjunto heleno.

Juanfran se integró en el equipo de Luis García para celebrar, pocos meses después, un ascenso épico. El de Barona asumió los galones y fue un referente indiscutible del vestuario para la permanencia en Primera y el aterrizaje en Europa. De hecho, Juanfran marcó el primer gol europeo del Levante UD en el Ciutat de València, ante el Helsinborg, en la fase de grupos de la Liga Europa.

Ese mismo año, sobre la espalda de Juanfran recayó el peso de la sospecha. Tras una abultada derrota ante el Deportiva (0-4), fue señalado por Barkero, dentro de la caseta, como uno de los responsables de un supuesto amaño en favor de los gallegos. Además, la Fiscalía le investiga, como al resto de sus compañeros en 2011, por la derrota ante el Zaragoza en 2011. El intercambio de declaraciones entre Juanfran, defendiendo su inocencia, y Javier Tebas, acusándole, ha sido constante desde entonces. Barkero, Ballesteros y el resto de salpicados por aquella derrota se fueron. En el club sólo se quedó él.

Con molestias crónicas en la rodilla, se reconvirtió en central y asumió un papel menos relevante. Hoy el papel se acaba. El hijo pródigo cuelga las botas 23 años después.