«Pude ir al estadio, pero no me atreví a saltar en la invasión al césped porque voy fastidiado de la próstata, me la revisan el día 17». El levantinismo de José Besalduch está a prueba de toda contingencia, próximo a cumplir los 86 años y con 55 de incondicional servicio «granota». Tan proclive como es a exteriorizar su levantinismo saltando al campo para abrazar a Descarga tras un gol o para recriminar a Pino Zamorano un mal arbitraje, Besalduch, el hincha que abraza a los fichajes, esta vez asistió al renacer de Orriols sentado en su butaca de Tribuna. Pero la emoción es la misma. La que le embarga cuando, por ejemplo, se anuncia por megafonía una buena asistencia al estadio y la mente le traslada al recuerdo de los heroicos años 80, con 500 irreductibles viendo un partido a cero grados contra el Paiporta.

«Este ha sido el ascenso más bonito de todos, porque no sabía si volvería a ver al equipo en Primera», señala Pepe a Levante-EMV. «No me acabé de fiar porque nuestra historia está repleta de traspiés de última hora. Contra el Oviedo no me quitaba la promoción ante el Écija de la cabeza».

La icónica cabellera blanca sigue intacta y su carisma resiste incluso en plena transformación social granota: «Nunca como ahora se han visto tantos xiquets en el estadio». Entre ellos dos de sus nueve nietos, con doble nacionalidad francesa, pero a los que ha convertido al levantinismo, sacándoles el pase y recurriendo hasta a primas económicas: «Si gana el Levante UD en casa, les doy 10 euros. Si la victoria es fuera, la paga es de 20. Ya no sé si vienen a casa a verme, o a por el dinero», confiesa entre carcajadas.

El idilio levantinista de Besalduch se remonta a finales de los años 50. Emigrado desde Sant Mateu, en el interior de Castelló, Pepe era el encargado de obra de uno de los edificios que se levantaban alrededor de Vallejo, el estadio del Levante UD. Desde la quinta y última planta planta, todavía sin ascensores, se ofrecía una magnífica panorámica de todo el recinto «granota».

Desde allí, con el atardecer meciéndose desde l´Horta Nord, Pepe y su cuadrilla se enamoraron de por vida del Levante UD: «Mi padre era xoto e intentó convertirme. ´Vas a sufrir toda tu vida y no vais a ganar nada´. No le hice caso y le dije que a mí me iba la mala vida, las emociones fuertes. Sufrir por no bajar, llorar por ascender».

Besalduch, apodado cariñosamente El Gasolina (mote que detesta), por los 35 años que pasó trabajando en la estación de servicio de Primado Reig, alaba la gestión de Quico Catalán: «Se merece un monumento en la puerta de Tribuna. Tenemos la deuda rebajada de 70 a 26 millones y el equipo en Primera», ensalza Pepe, un hombre de costumbres. Mientras el cuerpo aguante, acudiendo cada día, antes incluso de desayunar o ir a misa (para disgusto cotidiano de Lolita, su mujer), al kiosco de la esquina de Benimaclet «para leer lo que ponen todos los periódicos del Levante UD. El dueño me conoce y de vez en cuando le invito a café».