Nada más lejos de mi intención que hablar del personaje mediático, pero el uso en los medios de la injustamente llamada Ley Beckham, que ha provocado la explosión en la santabárbara del fútbol y amenaza una huelga en nuestros estadios, merece una sosegada reflexión sobre las razones de su introducción en la Ley del IRPF en el año 2004, y los motivos esgrimidos en la actualidad para su desaparición.

La Ley que hoy pretende modificarse fue aprobada por el Gobierno del Partido Popular, siendo ministro de Hacienda el hoy candidato consensuado a bofetadas para el puesto de boss de Caja Madrid, Sr Rato, D. Rodrigo, entrando en vigor el 1 de enero de 2004, recién incorporado Mr Beckhman en julio de 2003 al Real Madrid. La exposición de motivos de la norma ondulaba sobre el interés pretendido de que vinieran a residir a nuestro país los mejores profesionales, de cualquier ramo, con el atractivo de una baja presión fiscal, tipo impositivo fijo del 24%. Los únicos requisitos impuestos por la Ley residían en que los que venían en búsqueda del Dorado, nunca mejor dicho, no hubieran residido en España en los diez años anteriores, y que viajaran amparados por un contrato laboral prestado a empresa residente en España, manteniéndose dichas ventajas fiscales el año en que empezaran a residir en España y los cinco siguientes.

Bueno, y mientras, ¿cómo tributaban el resto de los ciudadanos residentes en España en los que no concurrían las circunstancias del cambio de residencia? Bien sencillo, como el alma de conquistador se nos quedó anclada en el siglo XV, y ahora no nos cambiamos ni de barrio por no perder nuestras referencias, no tenemos la posibilidad de someternos a las alcabalas de Las Indias, y la AEAT nos recuerda la debida solidaridad impuesta en el artículo 31 de nuestra Carta Magna, y que se traduce en un IRPF progresivo, tipos impositivos más elevados conforme mayores ingresos se obtengan, y que, afortunadamente, han ido deslizándose desde el 56% hasta el actual 43%.

Un simple ejemplo circunscrito al mundo del fútbol, que parece que es lo que ha abierto la caja de los truenos, nos explicará mejor las consecuencias de la norma. Así, si Raúl, jugador del Madrid compañero de Beckham durante unos años (para que no se me tilde de madridista, cambien a Raúl por Iniesta, y a Beckham por Ibrahimovic), hubieran tenido similar contrato, los recién llegados habrían pagado impuestos al tipo del 24%, y los residentes tradicionales, el abuelo juvenil y el manchego inolvidable, lo habrían hecho a tipos sensiblemente más altos, con lo que, al final, lo que les llega al bolsillo estaría más menguado para los más solidarios en términos impositivos.

Y ya puestos, si abandonamos por un momento el mundo del fútbol, pasamos al mundo del resto de los humanos y ponemos de protagonista a cualquiera que hoy gane más de 52.360 euros, tendría que pagar por el exceso el actual tipo del 43% (antaño más elevado), mientras que el recién llegado seguiría pagando el 24% ganara lo que ganara.

¿Y qué es lo que ha motivado la convulsión actual que nos pone al borde del naufragio de la liga de las estrellas? Pues algo tan sencillo de entender como que se cierra la puerta a los que viajan en patera de lujo sin problemas aduaneros ( no sólo futbolistas ), y ganen más de 600.000 euros/año, que a partir del momento en que las Cortes Generales den el visto bueno y nuestro monarca promulgue la norma, no tendrán más remedio que pagar los mismos impuestos que pagamos el resto de los ciudadanos que vivimos desde siempre en este país, eso sí, según parece sólo aplicable para los futuros contratos, no los ya firmados que se encuentren en vigor.

Es evidente que la Ley no va a decir que el cambio se hace pensando en los jugadores de fútbol, porque ya me dirán ustedes cuantos investigadores o especialistas en energía eólica vienen atraídos a España con sueldos superiores a esos 600.000 euros anuales, por lo que el mensaje que traslada el actual Gobierno, del PSOE, apoyado por grupos minoritarios, es que no comparte el cambio legal que se produjo en el año 2004 dando un trato bonancible en lo fiscal, y que lo único que pretende es reponer la Ley a su estado original dando similar trato a todos los ciudadanos que residan en España, con independencia de si son o no recién llegados para una previsible corta estancia ajustada a unos contratos temporales, o se trata de residentes que no emigramos al filo de lo imposible, aunque podría oponerse que si la Ley era injusta entonces, por qué esperar desde marzo de 2004 en que las urnas dieron el poder a los socialistas hasta hoy, más de cinco años después.

Hasta aquí lo que ha estado en vigor desde el año 2004 al 2009, y ahora se pretende modificar, que cada uno saque las conclusiones que tenga a bien, que si en el interior de cada españolito se oculta un entrenador en potencia, no lo va a ser menos para opinar del tema del día.

Y una última reflexión a debate nada desdeñable, ¿a que no han escuchado hasta ahora la opinión de ningún jugador, ni de los foráneos ni de los celtíberos, a que a los únicos a los que han escuchado es a los dirigentes de los clubes de fútbol, bien de forma individual o a través de la Liga de Fútbol Profesional?

La razón no hay que buscarla en lugares recónditos, está en la superficie a la vista, cuando se sientan los directivos de los clubes con los agentes que representan a los jugadores para cerrar la contratación de nuevos jugadores, sean o no nacionales, siempre se negocia sobre la base de fichas, primas y demás incentivos con el carácter de netos, es decir, libres de impuestos, lo que entraña que al jugador le importa un bledo los impuestos que tenga que pagar porque éstos son asumidos por los clubes, y de ahí el sonoro silencio de los jugadores con contratos ya firmados: nada cambia para ellos, todo sigue igual.

Pero a quién no le es igual es a los clubes españoles de fútbol, quiénes aducen que a partir de ahora verán incrementados los precios de sus futuros fichajes por la sobrecarga de impuestos que ahora están en vías de aprobación y que dificultarán que grandes jugadores puedan recalar en nuestra cada vez más afamada y competitiva Liga, lo que redundaría en una merma de ingresos, y en consecuencia, de vuelta, también un perjuicio para las arcas del Tesoro.

La polémica está servida, lo malo es que el guiso está envenenado, y se auguran malas digestiones.

Jefe de Inspección de la Agencia Tributaria