El fenómeno de la indisciplina en las aulas se cobra algo más que el deterioro en la convivencia. Pasa factura también a la salud de los docentes, según los datos hechos públicos ayer por el sindicato CSI·F: 523 enseñantes se tomaron la baja en el último trimestre por dolencias mentales relacionadas con el denominado síndrome burn out o como popularmente se conoce, por estar quemado. Este abultado número representa el 13% del total de bajas presentadas por un colectivo de unos 23.800 docentes, entre maestros de Primaria y profesores de Secundaria. En todo caso, se ha producido una rebaja paulatina en este tipo de dolencias desde la entrada en vigor del reciente Decreto de Convivencia dictado por la Conselleria de Educación.

No se puede negar la dureza de la enseñanza, sobre todo en determinados niveles de Secundaria, donde, además, se registran casos de enfrentamientos directos de padres con profesores. Pero este elevado número de bajas por cuestiones mentales requiere una revisión a fondo de las condiciones de trabajo, tanto por parte de los propios afectados como por parte de las administraciones. Son muchas las profesiones con elevado nivel de estrés que no registran esas tasas de bajas laborales. Por eso hay que profundizar en las causas que llevan al colectivo docente a esas cifras tan abultadas. Porque además representan un ejemplo poco edificante frente a los alumnos que provocan con sus actitudes esa situación.