El otro día, el aspirante a la candidatura socialista para la alcaldía de Alicante, Antonio Fernández Valenzuela, en un debate con la otra aspirante, Elena Martín, abogó por un programa «muy concreto», «pensado para la gente y no en clave interna» y con proyectos respaldados por compañeros «solventes»; en fin, remachó: «que no necesita filosofía, sino soluciones». En la estela de Ibrahimovic, que acusó a Guardiola de «filósofo», Valenzuela contrapone la filosofía a la concreción, pero también a la gente, a la solvencia y a las soluciones. O el candidato defiende el puro activismo sin reflexión, la práctica sin teoría, los proyectos sin plan, la política como simple administración de las cosas, o no sé lo que entiende por filosofía. Algo malo, seguro, porque así como de salud y de libertad nunca tenemos demasiada, sin embargo, parece que al PSOE le sobra filosofía.

Es un hecho que la nuestra es una sociedad pluricultural y que en toda sociedad se dan relaciones de poder y conflicto. Una sociedad laica resuelve los conflictos en los que aparece la religión basándose en dos principios: respeto a la práctica religiosa que nos diferencia y libertad de expresión sin límites para dar con los universales que hagan posible la convivencia. Parece que en Torrent, sin embargo, algunos vecinos exaltados se oponen a que la comunidad musulmana traslade su mezquita, que se quedó pequeña, a un local más grande. Argumentan (leo la crónica de Laura Sena en este periódico) que la comunidad musulmana es culpable de la suciedad, de la escasez de plazas escolares, de los conflictos de convivencia (¡!) y de poner en peligro su salud. Argumentan, pues, estupideces y maldades: la suciedad es un problema de limpieza; las plazas escolares, de construcción de colegios; y los conflictos, inevitables, de quienes con mayor ahínco los provocan con su rechazo. Parece, pues, que algunos vecinos de Torrent no respetan las prácticas religiosas de sus vecinos y entienden la libertad de expresión, sin más límites que los de la razón, con gritar maldades. Indignante.

El otro día, Ángel Luna soltó una piedra (¡uy, lo que ha hecho!) y Francisco Camps le contestó con un pedrusco: «Es la primera vez que alguien lanza un arma arrojadiza en la sacrosanta cámara de la palabra valenciana» (¡uy, lo que ha dicho!). Piedras que hablan y palabras que golpean: maravillas.