Seis de los siete concejales del Partido Popular de Alberic han decidido presentar una moción de censura contra su propio cabeza de lista, el alcalde Faustino Sala. Una alianza de esos seis regidores rebeldes con los cuatro ediles de Coalición Valenciana (CVa) permitirá, de no mediar sorpresas de última hora, dar un vuelco al consistorio. La previsible destitución de Sala pondrá fin a la inestabilidad del gobierno local, sometido a feroces luchas internas en el seno del PP desde el mismo momento de su constitución. Lo que se gane en fortaleza, sin embargo, puede perderse en pulcritud democrática, ya que no es una cuestión baladí que, de prosperar el cambio de gobierno, el nuevo ejecutivo estará controlado por concejales expedientados por el PP por indisciplina que podrían acabar convirtiéndose en tránsfugas, una figura política nada recomendable que ha perdido la funcionalidad pretendida por la legislación ante las piruetas ideológicas y los oscuros intereses que alimentan históricamente las mociones de censura.

A la hora de buscar explicaciones, no obstante, cabe subrayar que la crisis institucional de Alberic se debe básicamente a la manifiesta incapacidad del PP en la búsqueda de consensos. Recordar que el anterior alcalde, Enrique Carpi, ya fue forzado por el PP a abandonar el cargo y que CVa fue impulsada por exmilitantes de este mismo partido descontentos con la gestión municipal ayuda a interpretar lo ocurrido. Lo lamentable es que nadie reparara en que Alberic necesitaba una solución, no para el PP o para Sala, sino para el paro y la crisis.