La estructura ancestral de la sociedad española proporciona a la familia un papel preponderante en la educación de los hijos y como garantía de estabilidad social. Lejos del modelo anglosajón, la familia española es profundamente mediterránea y no es difícil comprobar que los jóvenes no abandonan el domicilio familiar hasta que no forman su propia familia, independientemente de que hayan finalizado sus estudios.

La imagen se completa con la generosidad en el cuidado de los padres que implica que muchas veces coexistan en el mismo domicilio familiar tres generaciones. Abuelos, padres e hijos, que tomados por separado serían muy vulnerables frente al mercado laboral los unos, y por lo escueto de sus pensiones los otros, se refuerzan mutuamente y no es difícil encontrar unidades familiares que subsisten gracias a la pensión de los abuelos o al disfrute de la casa de los padres, apenas pagada, mientras los hijos fueron desahuciados por bancos que sólo miraron a su inmediato beneficio cuando concedían desaprensivamente créditos usurarios y potencialmente impagados.

Sí, la familia es una garantía de estabilidad y de protección social en tiempos de crisis y haría bien el legislador en protegerla. Es cierto que la familia ha conocido cambios y se ha abierto a nuevas fórmulas, que por otra parte siempre estuvieron allí aunque la actitud pacata y beatífica del nacional catolicismo cerrara los ojos para no verlo, y ya no es imprescindible que la pareja esté constituida por personas de diferente sexo o que los hijos sean todos del mismo padre o la misma madre. En cualquier caso, lo importante son los vínculos de amor, que no de interés económico, y más allá de la estabilidad financiera lo que proporciona la familia es apoyo psicológico, ternura, comprensión. Valores todos que no son patrimonio de ninguna ideología política y que pueden servir de lugar de encuentro a todos, sea quien sea el que esté en el gobierno o en la oposición.

¿Cuándo se reconocerá la contribución a la economía real del trabajo de las amas de casa y del papel de los abuelos como elementos esenciales para la conciliación de la vida laboral y familiar de padres y madres? ¿Cómo es posible que un país que se dice heredero de las grandes tradiciones sociales y religiosas de Europa proteja más a usureros y especuladores que a la familia? Lamentablemente las últimas decisiones del gobierno del señor Rajoy no parecen ir en esta dirección.

Ya va siendo hora de cambiar el discurso de los políticos nacionales y autonómicos, cerrar el capítulo de protección a banqueros y usureros y volcarse en reforzar los pilares del estado de bienestar y en mejorar los servicios que se prestan directamente a las familias como la educación infantil, la atención domiciliaria a enfermos y dependientes y la ayuda a las minusvalías; pero en forma de servicios, que no de subvenciones. Hay otras políticas posibles, pero alguien debería ponerlas en marcha.