El FMI nos ha timado y alguien tendrá que pasarle factura indemnizatoria. Empieza el año con una declaración de Olivier Blanchard, economista jefe del Fondo Monetario Internacional (una de las tres patas de la troika) reconociedo el error de su organismo en la imposición de recortes a los paises europeos en apuros, pues no supo entender que el compromiso de la austeridad acabaria con el crecimiento. «Hemos visto que los pronosticadores subestimaron significativamente el incremento del desempleo y la caida del consumo privado y la inversión a consecuencia de la consolidación fiscal».

O sea que una buena parte de los EREs, la ruina y cierre de empresas, las rebajas salariales, los incrementos fiscales y la fuga de talentos pudo haberse evitado con cálculos y predicciones más rigurosos y ajustados a la realidad.

Y ahora ¿qué? El FMI admite su torpeza cuando el daño está hecho, pero en lugar de emitir un cambio de doctrina e influir en su adopcion por el gobierno europeo y el BCE, se limita a decirlo. Si durante los años de coerción errónea dejaba un gobierno en apuros de cumplir cualquiera de los preceptos de la austeridad, ya podía despedirse de las ayudas del Fondo. Y ello a pesar de multiplicarse las criticas a la excluyente política antidéficit, que describían con pelos y señales los contraefectos en el objetivo propuesto, no otro que salir de la crisis sin sufrir veinte años de depresión. La fórmula dual «ahorro más crecimiento» era quimérica para los sabios del hachazo, y aún cuando debieron adoptarla a la vista de los resultados, por no desacreditarse en el mundo de la economía y los mercados, lo hicieron verbalmente, sin desviarse un milímetro de la mala práctica y pidiendo siempre más sacrificio cuando parecía cumplida la última y definitiva exigencia.

¿Quién paga todo esto? ¿Tienen patente de corso los depósitos del dinero para equivocarse impunemente, sean como sean las consecuencias? Cuando el FMI reconoce incuso que Grecia se endeudaba más a medida que extremaba los recortes del gasto, cosa que también ocurre en España, ¿no es el momento de exigir derechos indemnizatorios?

Las familias numerosas que viven de una pensión de jubilado, los sin techo por ejecución hipotecaria, los empresarios que destruyeron salud y ganas despidiendo a gente por no disponer del crédito que afluye caudaloso hacia los bancos, no malos sino inicuos, ¿cómo van a resarcirse del error de las lumbreras pronosticadoras y de sus recetas desangrantes?

Los tristes gobiernos de esta hora infame no se atreverán a pasar factura, como tampoco osaron discutir ni una coma de los ukases que ahora se revelan erróneos. Son perfectamdente ineptos, y por eso el abuso pornocapitalista sigue despeñándose. Los farisáicos golpes de pecho de los grandes «reguladores» solo intentan blindarse ante la ola antiliberal que crece en Europa. Esta caca de la economía occidental no da para más.