El mejor desprecio, no hacer aprecio. Los elementos más inquietantes de un gobierno que empieza a tener el careto de Hannibal el Canibal no son las cuentas desconocidas en Suiza y el empeño en decir que el tesorero no es de la falla. Ni siquiera su política de educación (ya sabemos que su prioridad no es ni formar ciudadanos responsables ni construir un estado democrático), sino ciertos detalles que se infiltran en el baile de las sisas y mordidas. El hecho de que fueran los altos cargos quienes le pedían audiencia a Bárcenas: el señor de la maleta era el hombre al cargo, como pasaba aquí donde era Ric Costa quien le pedía al Bigotes que le avalara ante Nuestro Amado Líder en su pretensión de ser conseller. Se puede ser más codicioso, pero no más cateto.

Lo peor no es que este gobierno tenga fuera de la carrera judicial al juez que trató de averiguar cómo Bárcenas había amasado esta fortuna, sino que en pocas semanas haya indultado a un killer of the road (como una pesadilla recurrente o una canción de The Doors) y a los torturadores de las Ramblas y que la leal y doméstica oposición no eche chispas en semejante cuadro de alto voltaje y en lugar de salir blandiendo la filosa, parece que nos da el pésame: nunca vi un espíritu tan desmayado, tal decoloración, semejante anemia política. Quizás el destino de unos y otros esté mucho más unido de lo que parece, algún socialista tonto pensará que incluso me alegro. Lo dicho: no hacer aprecio.

Había que tener reducido al electorado a una condición infantil para que llegase a creer que, porque Zapatero nos había salido algo insustancial, Rajoy quería y podía hacer algo de lo que prometió y ahora muchos de sus votantes echan espumarajos por la boca ante el general expolio. Tampoco eso es lo más importante: lo que escuece, cura. El detalle que me interesa es dilucidar si saquean a la luz del día porque saben que no ganarán en mucho tiempo y se apresuran a hacer caja y a no dejar ni los clavos de las paredes o es que creen, porque nos han tomado la medida, que nunca les va a pasar nada ¿Tienen razón?