Como la política valenciana no pesa en Madrid -ni la sociedad civil, tampoco-, desde el centro nos llueven pepinos. Pongamos un ejemplo político/judicial: Gürtel. El PP de Madrid y los «lobbys» adyacentes han hecho todo lo posible por desplazar el eje del escándalo hacia esta periferia, cuando el verdadero epicentro de la cuestión dineraria se desparramaba por la autonomía de Aguirre/González. Las cifras millonarias, que es de lo que se trata, circulaban entre los municipios de aquel territorio y por las arterias centrales del partido, hasta tocar su corazón, como han vuelto a poner en evidencia los papeles de Bárcenas. ¿Qué hizo Génova? Activar el manual, desplazar la basura y enviarla hacia aquí, un pedazo de huerta inane. El otro día plantó un vertedero entero ante Rita y Camps (Nóos) a fin de diluir otro lío con Bárcenas. Rita y Camps van a ser imputados, porque el molde que diseñó el juez con Matas ahora constriñe tal magistrado. Si no lo hace es porque el doble de Garzón no quiere soltar el asunto. No es fácil despertarse como funcionario después de haber pernoctado entre nubes de papel couché. En fin, la pasta de Gürtel estaba allá, pero hedía por estas costas. ¿No era raro?

Pongamos otro ejemplo, esta vez económico. Aquí, desde luego, se han cometido animaladas espeluznantes sobre el extinto «sistema financiero valenciano» (la búrbuja era mayor; no es que los valencianos, al margen de chocarreros y cáusticos, tengamos un ADN especial). Páguenlo los autores y se acabó. Sin embargo, el ministro Luis de Guindos abre procesos continuos contra esta parte de España. Bankia acusó recibo de su último aviso. Y, muy especialmente, la parte valenciana de Bankia. ¿Se salvará CajaMadrid y el señor Rato como se han «salvado» los latrocinios de algunas cajas catalanas, gallegas, vascas o andaluzas? ¿Dónde están los escándalos bancarios en esos territorios? No se ven por ninguna parte. Algunos estallaron en una anemia que se apagó enseguida. ¿Es que no existían irregularidades? Claro que sí. Igual que aquí. Pero el mérito de los poderosos reside en engrandecer la escena: en situar focos de muchos watios, activar los tribunales al uso, presentar las denuncias sobre tiempos estudiados. Además, los señores del Frob han de colaborar en dinamizar la excitación social y el Gobierno ha de pagar el elenco y el teatro. En otras partes, no ha habido voluntad de construir teatros ni escenas. Aquí, sí. El colapso financiero y la quiebra bancaria necesitaban un cordero sacrificial: el Gobierno ha elegido este pedazo de geografía, que no cuenta ni da quebraderos de cabeza. Madrid y las otras zonas de España ya se pueden dedicar de nuevo a los negocios.

La iconografía de la derrota tuvo su réquiem ayer en la junta del Banco de Valencia. Fue patético. Valencia se queda sin su banco centenario y, a fin de ritualizar la expiración, el Frob reúne a los accionistas a la una de la tarde de un jueves fallero. ¿Y por qué no la víspera de San José a la hora de comer, o a las doce de la noche el día de la »cremá»? Pesa tampoco Valencia que da lástima. Hasta se permiten ridiculizar a los índigenas. Génova, De Guindos, Iturriaga... Nos chulean y lo solemnizan. ¿Hemos sido más invisibles en alguna otra época? Quizás no. Puede ir Fabra levantando barricadas.