El estreno de la nueva directora general de RTVV, Rosa Vidal, ha sorprendido casi tanto como el debut del tecnócrata escogido por el Consell para presidir la fundación que gestiona la mayoría de las acciones del Valencia CF, Federico Varona. Hay que ser muy indulgentes con su bisoñez para no ponerse a temblar. En el caso de la nueva responsable de la radiotelevisión pública, ni los suyos han respetado los cien días de gracia para frenar su osadía. Vidal se mostró ayer partidaria de revisar el ingente Expediente de Regulación de Empleo (ERE) para salvar a parte de los 1.178 trabajadores que van a ser despedidos, especialmente del área técnica, para garantizar las emisiones. Hasta el vicepresidente José Císcar tuvo que reconocer ayer que la reducción de plantilla no puede modificarse.

Las palabras de Vidal no sólo denotan un alarmante desconocimiento de la realidad a la que se enfrenta, sino que muerden la mano de la institución que le dará de comer, sometida a una deuda inasumible y obligada a cumplir un plan de austeridad vigilado estrechamente desde Bruselas. Los seis meses transcurridos desde que se hizo público el nombramiento hasta su toma de posesión parecen haber servido de poco. Ayer incluso llegó a reconocer que ni siquiera se ha leído el ERE. Tremendo.

El interminable período que empleó el Consell para definir el futuro de RTVV y concretar las listas de despedidos también parece haber sido insuficiente. Vidal quiere replantear ahora la estrategia. Inaudito y preocupante.