La gente se queja, nos quejamos, porque salen a la calle, casi a diario, decenas de miles de personas por esto y aquello y todo sigue igual. Aparentemente: lo digo porque en la segunda concentración por las víctimas del metro (después del Follonero) hubo tanta gente como en la primera. Mucha. Y porque el exconseller Rafael Blasco y su telaraña, supuestamente encargada de atrapar las huchas de los negritos, se sentarán en el banquillo. Y porque la infanta Cristina será inimputable, pero Urdangarin, no. La primera manifestación masiva contra la corrupción en Valencia, hace tres años tan solo, fue un movimiento ciudadano promovido a través de la red en el que tomaron parte algunos socialistas a título particular, pero no su partido. Ni el PP.

Se va abriendo paso la evidencia „aquello que más cuesta asumir„ de que no es normal que algunos ayuntamientos llegaran a ser combinados de putas al gusto de los constructores o que en la investigación del accidente del metro, los declarantes fueran previamente instruidos por una empresa de incomunicación. Sí, el ideal revolucionario es una mezcla de vagancia e infantilismo; en la vida real, hay que empujar todos los días, como la Tierra que revoluciona sobre sí misma cada 24 horas. Ninguna conquista es segura y para siempre. Más que lucharon los griegos, no lo ha hecho nadie, y les obligaron a repetir elecciones hasta que salió lo que mandaba Merkel. Algo parecido, con menos valor y más triquiñuelas, ocurrió en Italia. Nos tienen pillado el tranquillo. Uno por uno, nos torean a todos, como en la plaza.

Pero desde hace unas semanas hay algo nuevo: las movilizaciones europeas contra la troika, en todos los países, a la vez. No contra la socialdemocracia dimitida o los sindicatos, sino a pesar de ellos. Eso ya puede ser útil en el camino de conservar y acrecentar las libertades y defender aquello que, con mucha exageración, se llama estado del bienestar. Parlamento Europeo soberano, gobierno responsable ante él y presidente elegido directamente por sufragio universal, libre, directo y secreto.