También en relación con las fiestas de siempre, este país necesita un repaso, como diría el amigo Tip. Podríamos empezar por el nombre, porque eso de fiestas patronales suena más a la CEOE que a otra cosa, con un cierto talante machista; aunque sea una mujer la venerada, no son las fiestas matronales, sino patronales igualmente, y ella la patrona. Con esa obsesión por tener un líder santurrón, olvidado todo el año, para sacarlo en procesión precisamente en las fiestas. Pero ese sería otro debate, independizar la fiesta de la religión de cada cual. El acontecimiento lúdico colectivo, poco tiene que ver con el don de la fe y con las creencias particulares.

Es necesario revisar lo que llamamos tradición y que, a veces, es un libelo para la sinrazón. Que una cosa siempre se haya hecho así no es sinónimo de virtud, ni de hay-que-ver-qué-interesante. El sentido común, el progreso y las leyes, deben ser el tamiz que filtre barbaridades repetidas bajo la bandera de una supuesta tradición. Hábitos, costumbres, rutinas y manías, son conceptos a revisar. La reincidencia en sí no es un valor.

Luego están los animales, me refiero a los que llamamos irracionales, aunque ya saben ustedes lo cara que va la razón. Ellos deberían estar al margen de nuestras diversiones, si acaso acompañarnos. Ni crueldad, ni tortura, ni burla sobre unos seres con los que compartimos el planeta y miran atónitos cómo nosotros, los reyes de la creación, hemos de machacarles para divertirnos. Y poner la cultura como fondo. Una variable que debe estar presente en el concepto fiesta. La cultura es fiesta y la fiesta cultura, porque se enriquecen mutuamente.

Imposible no mencionar los efectos colaterales de los que casi no me atrevo a hablar. Por ejemplo, la basura multiplicada; hemos asumido que somos unos guarros en cuanto nos queremos divertir, y las brigadas de limpieza han de ir detrás, aburridas, maldiciendo comportamientos dudosos.

Ya sé que la fiesta es, necesariamente, excepción y exceso, con un cierto carácter trasgresor que rompe la rutina y nos permite salir de lo cotidiano; así ha de ser, y no pretendo poner puertas al campo. Solo creo que hay que modernizarlas, hacerlas paganas, más divertidas, creativas, y algo irracionales, pero con una reflexión progresista y colectiva que las avale. Para avanzar.