Hace tres fines de semana estuve preparando una presentación para el Consell Valencià de Cultura. Debía dar mi opinión sobre cómo los recortes en ciencia están afectando a la competitividad de las PYME tecnológicas. Repasaba datos sobre inversión en I+D, transferencia de patentes y actitud de los dirigentes políticos de los distintos países en lo referente a hacer de la innovación una cuestión de estado. Los comparaba con los españoles y, particularmente, con los valencianos y, como no puede ser menos, entré en un estado de desesperación. En esos momentos recibí un correo electrónico del profesor Manel Porcar que me decía que el equipo Valencia/Biocampus de biología sintética de la Universitat de València había ganado la medalla de oro en la competición de Lyon y pasaba a la fase final del concurso iGEM en Boston. Quizás muchos valencianos no sepan de qué va esto, pero se trata del mayor evento mundial de proyectos de biología sintética realizados por estudiantes universitarios, y organizado por el Massachussetts Institute Technology (MIT). Hablamos de chavales de primeros cursos universitarios, apoyados por otros de mayor edad que acaban, o están a punto de finalizar, sus estudios universitarios y por profesores que les asesoran en el diseño de un proyecto original de I+D en biología sintética, con gran calidad científica e impacto social. He tenido el privilegio de conocerlos, son jóvenes con ganas de hacer cosas distintas y arriesgadas, y de desarrollarlas al mismo tiempo que realizan sus estudios universitarios, incluso están dispuestos a sacrificar sus vacaciones de verano. Por eso, nuestra compañía decidió apoyar a este grupo, por puro egoísmo de tener acceso a las mejores neuronas para, ojalá la crisis lo permita, poder tener a alguno de ellos en el futuro en nuestra plantilla. La llamada que intercambiamos Manel y yo a los pocos minutos de recibir el correo disipó mi desesperanza previa. Mientras haya profesores como él, instituciones como la Universitat de València que ha apoyado en soledad a este grupo y, sobre todo, jóvenes innovadores y entusiastas con ganas de hacer cosas diferentes, esta sociedad tiene futuro. Sólo falta que se hagan mayores para que ellos, los jóvenes bien formados y no los acomodados, tomen las riendas de esta sociedad y apliquen esta filosofía del esfuerzo, la calidad y la valentía de competir con el mundo.