Por 600.000 euros, lo que se necesita para acabar el aeropuerto de Castelló y ponerlo en servicio, lo mismo que cuesta al Real Madrid cada partido que juegue Gareth Bale durante su contrato, o lo que hace falta para que Interior construya un nuevo paso fronterizo en Ceuta que evite el salto de la reja, el pequeño pueblo noruego de Rjukan recibirá la luz del sol gracias a unos espejos gigantes instalados para salvar la colina que mantiene a sus 3.500 habitantes en una umbría permanente. Cien millones de pesetas. Ese es el precio del sol. Una minucia si se compara esa cantidad con lo que cuestan equipamientos y servicios que a menudo se reclaman como irrenunciables y que no esconden más que los defectos de sociedades que anteponen lo urgente a lo importante. Porque se puede vivir sin el cuadragésimo cuarto contenedor cultural de la ciudad pero ¿cuánto vale que cada mañana salga el sol?