El responsable de ventas de la aerolínea irlandesa Ryanair anunciaba ayer que prevé reducir un 20 % su oferta de plazas en el aeropuerto de Manises, al llevarse uno de sus aviones de la base de Valencia a un aeropuerto griego. Una nueva mala noticia para las instalaciones de AENA en Valencia que se produce justo en el momento en que el aeródromo valenciano conmemora con una exposición y tres conferencias los ochenta años de su existencia. El anuncio de la compañía irlandesa es relevante, puesto que lleva varios años como líder indiscutible en viajeros transportados y copa prácticamente el 40 % del tráfico total del aeropuerto. Sólo el año pasado transportó 1.913.777 pasajeros de los 4.725.020 que pasaron por las instalaciones de AENA en Valencia, lo que da una idea del peso que tiene la aerolínea de Michael O´Leary. El anuncio de este recorte se produce además en un momento delicado del aeropuerto, que encadena números rojos de pasajeros y vuelos desde hace muchos meses „solo hubo un pequeño respiro en octubre con un leve repunte del 2,9 % de usuarios„, perdiendo destinos y con la última cuenta de resultados anual en números negativos, con unas pérdidas de 0,8 millones de euros y una deuda acumulada de 183 millones. Algo, por cierto, que no ocurría desde hace muchos años. A pesar de esta complicada situación, nadie parece dar un paso adelante para tratar de buscar soluciones. Los sectores empresariales y la administración autonómica que levantaron la voz hace años cuando se habló, por motivos de rentabilidad, de cerrar el aeropuerto por las noches, no han movido ficha. Es más, después de reivindicar una mayor implicación en el futuro de la instalación aeroportuaria, al considerarla un puerta fundamental de entrada para Valencia desde el punto de vista estratégico y económico, no han hecho uso de una herramienta de participación ofrecida por AENA: el comité de rutas. Un órgano consultivo desde el que se deberían impulsar ideas para buscar nuevos mercados. Y que, por cierto, en Alicante ya está funcionando.