Amanda Yons y Aynoha Costa son dos atrevidos travestis que me envían un sugerente email donde relatan sus actividades. Ejercen el oficio del sexo pagado y siguen mis artículos con interés, hasta el punto de hacerme una singular petición. Me comentan que se sienten desprotegidos en su trabajo y que necesitan algún tipo de documento laboral que les sirviera de defensa en las muchas vicisitudes que tiene su empleo. En resumen, me están proponiendo que redacte una «Declaración de Derechos Fundamentales del Trabajador Sexual».

Busco por Internet, la gran datoteca mundial, y no encuentro nada parecido. Son muy famosos los «Derechos Humanos», los «derechos laborales», incluso unos «derechos sexuales» cuya declaración se promulgó en Valencia al amparo de la Societat de Sexologia; pero no existen unos «derechos de las prostitutas/os» detalladamente recogidos. Que pena que ningún jurista se haya ocupado de ello. Me parece interesantísimo el tema y me pongo a trabajar en una redacción tan digna como yo pueda darle. Recompongo mi esforzado Doctorado en Derecho Constitucional, base fundamental para poder aventurarme en este proyecto; las clases de derecho laboral; la lógica natural y por supuesto los conocimientos que he ido atesorando sobre este tema a lo largo de los años que se está publicando la presente sección. En este mundo de recortes y opresiones resulta gratificante que alguien reivindique sus derechos. En este caso son unos derechos que se intuyen, aunque no hayan sido plasmados en documento alguno. Supongo que sucedería lo mismo en la Ilustración, cuando los derechos «del Hombre y del ciudadano» se sentían en el aire y era necesario que alguien los redactara negro sobre blanco.

Esta petición técnico-jurídica me llega cuando no hace mucho tiempo recibí otra curiosísima. Un grupo de valencianistas, encabezado por Salvador Martínez y Rubén Gans me visitaron en casa y me solicitaron la redacción de un nuevo Estatuto de Autonomía más acorde con la realidad social y política de Valencia. No han pasado ni diez años desde la reforma estatutaria de 2006 cuando ya hay ciudadanos que propugnan un cambio de este texto tan extravagante que convierte el Monasterio de la Valldigna en templo patriótico para luego dejarlo abandonado a su suerte.La idea valencianista actual está clara. Si la Generalitat valenciana quiere cerrar la televisión pública, los hospitales y las escuelas («privatizar» es un forma sibilina de «cerrar») lo que hay que hacer es cerrar la Generalitat Valenciana.No sucedería nada. Hemos vivido más de cuatro mil años sin Generalitat en estas tierras. Toda la literatura sobre su pasado medieval es simple literatura. Ni siquiera en Cataluña tenía esa importancia supina que luego se le quiso dar. «Generalitat» es palabra que arranca con fuerza a partir de 1933 como salida a un «Estat catalá» que no se quería reconocer.

Anteriormente Barcelona contaba con una calle «de la Diputación» y no había reparado mucho en este organismo hacendístico que se debía limitar a cobrar impuestos «generales». Aunque no lo parezca, los destinatarios de ambos encargos son muy parecidos. Los trabajadores sexuales son unos seres anónimos que todos sabemos que existen y que pese a sus muchos sacrificios no ven reconocidas nunca su situación. Igualmente los nacionalistas valencianos son como unos fantasmas sociales a los que se recurren en determinadas ocasiones, pero de cara a la galería se actúa como si no existieran. Remitiré un esquema a las profesionales que me lo han solicitado de la «Declaración» de derechos de su gremio; e igualmente a los idealistas valencianos un proyecto de Estatuto que sea más completo que el imperante. Ojalá que ambos colectivos hagan un debate serio sobre su propia doctrina y de alguna manera consigan un reconocimiento social que les permita superar la triste situación de ser prácticamente considerados como «nadie».