La historia reciente de España no deja de producir asombro permanente y polémicas por puntos de vista muy distantes. Cuando vamos camino de conmemorar el 75 aniversario de la muerte de Julián Besteiro, encontramos que de nuevo su nombre sale a la palestra de la actualidad como consecuencia de la publicación del último libro de Paul Preston El final de la guerra. La última puñalada a la República, que se presentó en Valencia, en la sede del Adeit, a iniciativa de la fundación Cañada Blanch. No hace mucho tiempo polemizamos contra un artículo, por la visión maniqueista de Pio Moa, de la situación del socialismo durante la II República entre «besteiristas» y «caballeristas»; y ahora encontramos los mismos prejuicios por parte de un izquierdista como Preston: todos los que no estaban con Juan Negrín eran unos «traidores», incluyendo a Julián Besteiro.

Sin duda alguna, cabe resaltar que a diferencia de otros, de los promotores iniciales de la revuelta contra Negrín, que ya tenían muy clara su salida de España como demuestran investigaciones posteriores, Besteiro si se sacrificó junto al pueblo español aun pudiendo escapar como los demás. Eso evidencia el compromiso real con las ideas y que quizá era el único que creía lo que se estaba diciendo al pueblo español, hasta el punto de morir en la cárcel dando ejemplo de firmeza y rectitud; ejemplo de coherencia, integridad, de actuar en consecuencia con sus ideas. Preston llegó a España en 1969 para realizar su tesis doctoral sobre el tema de los conflictos entre CEDA y PSOE a lo largo de la República; ya entonces mostraba animadversión a la figura de Besteiro: «reformismo extremadamente puritano, rigidez moral, altanería intelectual, anticomunismo feroz, escaso entusiasmo republicano, pesimismo, derrotismo e irresponsabilidad», citando en su descargo que estaba «gaga», lo que hoy decimos padecer el síndrome de alzheimer. Podemos rebatir todas y cada una de estar afirmaciones y calificarlas como falacias: fue reformista moderado en tiempos de extremismos, fue anticomunista en tiempos de las «purgas» de Stalin, fue republicano antes que socialista, fue optimista durante toda su vida; y ahora en su nueva obra Preston añade un nuevo pecado: el rencor.

Preston llegó por primera vez a Valencia en 1976 de la mano de José Coll, al que conoció en Londres como agregado de agricultura de la Junta Democrática, después fue nombrado director de la Fundación Cañada Blanch, creando en 1993 una cátedra dentro de la London School of Economics dirigida por Preston; en esta ocasión comenzó de forma brillante su exposición: «todas las guerras civiles son tristes, sobre todo en el bando de los perdedores; hay derrotismo, desesperación, hambre y búsqueda de culpables». Pero la guerra civil terminó hace más de 75 años y no cabe buscar responsabilidades, la Republica estaba condenada a muerte desde agosto del 36 con la política de «no intervención», y si la agonía duró tres años fue porque Franco deseaba el exterminio del mayor número posible de republicanos; se trataba de elegir entre una «ciudad abierta» o un «¿arde Paris?. El propio Preston utiliza un lenguaje simplista propio de un spagheti western, con un «buen» identificado con Juan Negrín, un «malo» interpretado por Segismundo Casado, y un «feo», papel que le coloca a Besteiro. No vamos a entrar en el reparto de papeles de película de Preston, pero nos sorprende mucho su inquinía hacia este personaje y su papel en la finalización de la Guerra Civil, probablemente debería haber leído la biografía realizada por Patricio de Blas o la novela escrita por Javier Quiñones, para comprender más sobre la complejidad de la figura de Julián Besteiro, pero siempre de un profundo sentido ético de la política y una coherencia con sus pensamientos socialistas. Comentaba Preston en su conferencia que hablar mal de Besteiro en España era un «sacrilegio», no se trata de eso, lo que es inadmisible es seguir analizando la guerra civil como un «comisario político del Quinto Regimiento»: ni Manuel Azaña era «deleznable», ni Cipriano Mera un «anticomunista».

Besteiro era un declarado pacifista, y no dudó en volar a Londres en 1938 para entrevistarse con Anthony Eden y Leon Blum, en busca de una paz para España que se desangraba en Gandesa. Hay que recordar que tras la dimisión de Manuel Azaña la II República se hallaba sin Jefe de Estado, con lo que la «legalidad» del gobierno de Negrín era cuestionable, eso sin contar con su nula «autoridad» en Madrid, con lo que los términos «golpe de Estado» o «traición» son discutibles. Besteiro no era un derrotista, ni mucho menos un «colaboracionista»; no quiso prebendas y paso las mismas penurias que el pueblo de Madrid, estaba demacrado por el hambre y desquiciado por el estridente ruido de los fusilamientos; aprovechó toda su autoridad para sacar de las cárceles a todos los que pudo, ya fuesen franquistas como su medio hermano Sebastián Castedo, o republicanos como su sobrina-nieta Juliana Besteiro, de las JSU.

Besteiro no tenía demencia senil ni era un ingenuo, sino mantuvo su lucidez hasta el día de su muerte; si algún pecado se le podía achacar era el de su optimismo, el confiaba en la reconciliación nacional: «pensar que media España pueda destruir a la otra media es una locura»; tuvieron que pasar cuarenta años de dictadura, para que la historia le diera la razón y la transición se hizo sobre el espíritu de Besteiro. Los socialistas hace tiempo que cerramos aquellas diferencias de pareceres de la guerra civil, y nos podemos considerar tan orgullosos de Negrín como de Besteiro. Personalmente puedo presumir de admiración, amistad y afecto por Carmen Negrín; al fin y al cabo el franquismo no hacia distinciones entre demócratas y trató de enterrarlos dos veces: una en las cunetas y otra bajo la losa del olvido, de donde fueron rescatados por la Ley de Memoria Histórica de José Luis Rodríguez Zapatero.

Desde el socialismo valenciano, la UGT y en colaboración con asociación cívica y social que rememora su legado intelectual y político, fundada por Juliana Besteiro, sobrina nieta de Julián Besteiro, estamos preparando diversos actos con motivo de próximo 75 aniversario de su muerte en la cárcel franquista de Carmona, y entendemos que será ese socialismo ético de Besteiro, otro faro de la «regeneración democrática» que promueve el PSOE de Pedro Sánchez y de Ximo Puig.