Dos son las cuestiones más importantes: el envejecimiento de la población activa agraria y el anquilosamiento de las tradicionales técnicas de cultivo. Se estima en poco más de 60.000 el número de agricultores a título principal dados de alta en la Seguridad Social (no llega al 5 % de la población activa). Buena parte de los trabajadores al frente de las explotaciones son en realidad jubilados que ayudan a los titulares (sus hijos) de las explotaciones. La crisis económica y los despidos en otros sectores están forzando hacia la agricultura a jóvenes hijos de agricultores, que llegan con ideas y proyectos bien distintos a los de sus progenitores. En el caso de la vitivinicultura se añade el atractivo que la elaboración de vinos de calidad ejerce sobre profesionales de sector (enólogos, ingenieros agrónomos) y sobre personas ajenas al mismo (industriales, constructores, farmacéuticos, actores, músicos€).

Los cambios más notables que se vienen observando son: a) Nuevas plantaciones y reconversión de los viejos viñedos con variedades que mejoran la calidad. b) Marcos de plantación en espaldera que sustituyen a la tradicional en marco real, vendimia mecanizada, ahorro en mano de obra. Exige la compra de nuevas máquinas: las vendimiadoras, que sólo están alcance de medianos-grandes cosecheros. Los pequeños las tienen que alquilar o contratar. c) Riego por goteo. En los primeros años, entre el 2000 y 2010, las conducciones eran aéreas, apoyadas en los mismos alambres del emparrado o espaldera, cayendo el goteo de agua sobre la superficie de la tierra, lo que generó problemas de evaporación, malas hierbas y raíces de las cepas en superficie. En el momento actual se está difundiendo el riego por conducciones enterradas. d) Asociación en la compra de maquinaria y trabajo colectivo. Una agricultura desactivada y más capitalizada.