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Comer chichi

La mejor noticia del año, rupturas del bipartidismo aparte, sin duda ha sido la llegada de Netflix a España. Sin entrar en tecnicismos, que ignoro absolutamente, de lo que se trata es de acceder a las series completas, desde el primer día y a la hora que quieras. Y sin ofender a Ramoncín ni a Antonio Resines. O quizá sí. Que se jodan.

Esta manera de ver series es el fin de la tiranía de la programación televisiva, el fin de los anuncios interminables, el fin de la intriga misma. En el caso de Orange is the new black, en apenas 12 horas desde su estreno puedes saciar a demanda tu ansia de trama carcelaria y comprobar que Alex y Piper se aman pero con menos sexo que en una temporada completa de Ana y los siete.

Sin embargo, la prima española de OITNB, la cateta Vis a vis, sigue bajo el yugo de la programación habitual, y de jueves a jueves vivimos con angustia las desventuras de Maca y sus devaneos lésbicos prudentemente inconclusos. Sufrimos el suspense insoportable en torno a la subtrama de «comer chichi» (sic) que veremos mañana culminar entre anuncios de cervezas dirigidos por directores ganadores de Oscar.

Menos suspense hay en la historia real e ibérica que quiero que algún día sea la primera serie Netflix española: la estancia en prisión de Isabel Pantoja. Al parecer toma (café) con la directora de la prisión en (la colcha de) su cama. Las dos se llaman Maribel, y no se sabe dónde acaba la una y dónde empieza la otra, salvo por el chándal. Los funcionarios advierten de que hay «internas fuera del respeto» (que no colaboran con las normas, expresión genial donde las haya) que «como un día se calienten? Sabe Dios». Esta trama real, sin anuncios, y seguramente necesitada de subtítulos, hace palidecer el chichi de Maca.

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