Opinión | A Vuelapluma

La vida sigue igual (o casi)

La noche es una alegoría de esta España, con el país pendiente de unas urnas en el País Vasco y la rivalidad entre Madrid y Barcelona. Mientras nada rebose en esa coctelera, todo está en orden, nada se habrá roto

Noche electoral en la sede de EH Bildu con Otxandiano y Otegi.

Noche electoral en la sede de EH Bildu con Otxandiano y Otegi. / Miguel Toña

El pasado no explica el presente, pero ayuda a entender. Enseña un contexto, que son sensaciones, imágenes, olores, experiencias… Pisé por primera vez Euskadi a principios de los noventa del siglo pasado. Viajamos en coche desde València. El paso por los pequeños pueblos del interior entre Navarra y Guipúzcoa te introducía en una atmósfera gris, turbia, como manchada aún por el negro del carbón a pesar del verde del paisaje. Recuerdo silencio. Mucho silencio. Recuerdo frío en agosto. Recuerdo una arquitectura vieja, mortecina. Y unas plazas llenas de fotos de presos etarras. Y carteles que imponían. Y más silencio. Era fin de semana. Aquella tarde de domingo en San Sebastián vimos cómo ardía un autobús en el bulevar. Nada raro. Eso era lo sorprendente. Todo estaba envuelto en un ambiente de insoportable normalidad. Eso era lo extraño: la normalidad con que se asumían algunas conductas. Lo increíble era la normalidad de la violencia y la sangre. No recuerdo la sensación de miedo. Era algo espeso y viscoso que me veo incapaz de describir. 

La no violencia no debería ser noticia, pero en el País Vasco lo es. Convertir en normal la ausencia de sangre es el gran hito de esta Euskadi posterior a las matanzas yihadistas que reventaron el mercado del terror. Dice bastante que nos maravillemos en 2024 de lo normal. Dice también la catástrofe y la miseria de la que veníamos. 

Así que lo primero al votar ahora es saber si los vascos quieren pocos o muchos cambios sobre lo que han conseguido. Y uno diría que pocos. Esta Euskadi de hoy vista de lejos transmite la impresión de esas regiones centroeuropeas acaudaladas donde parece (subrayo el verbo) que no puede pasar nada. Quizá el tránsito tan rápido del horror a la deslumbrante tranquilidad es lo que más sorprende hoy.

Así que habrá que esperar a cerrar los pactos, pero parece que todo seguirá más o menos igual, con los vaivenes necesarios de la democracia, unos escaños más por aquí (Bildu y PSE) y otros menos por allá (PNV), pero ningún giro de guion que rompa esquemas. Mientras van avanzando los resultados y escribo, una tele proyecta el clásico del fútbol. La noche es una alegoría de esta España, con el país pendiente de unas urnas en el País Vasco y la rivalidad entre Madrid y Barcelona. Mientras nada rebose en esa coctelera, todo está en orden, nada se habrá roto. Y así va la noche.

De momento, el sanchismo que pacta con los soberanistas funciona en la España de los nacionalismos históricos fuertes. Euskadi es un primer paso en esta procesión electoral de primavera, el menos determinante a efectos reales, el que menos heridas a priori debe dejar en la política española, pero si algún ‘barón’ del PP esperaba ver salir a Sánchez grogui, no va a ser.

Tampoco eso va a cambiar mucho las cosas en Madrid, porque Bildu sale más Bildu de este proceso, con la marca de la resistencia a llamar a ETA por su nombre y porque en el Congreso la ‘joint venture’ del PSOE con Bildu va a seguir funcionando por necesaria. Así que es poco probable que la derecha vaya a alterar discursos. Los argumentarios son tan válidos como ayer. 

Ahora bien, si la tendencia de Euskadi se mantiene en Cataluña y las europeas, lo lógico sería una asunción de la realidad social y política, y bajar la tensión y acercarse al Gobierno con otra actitud. Quizá de esta primavera salga con la legitimidad que no le concedieron en julio. O quizá no cambie nada y peco de optimista. De momento, PSOE y PP salen robustecidos de estas elecciones, eso significa desde un prisma valenciano que Carlos Mazón y Diana Morant salen con pie firme, sobre todo la líder socialista, que es la que más puede perder en esta secuencia electoral al no tener el escudo del Gobierno valenciano.

La vida sigue igual. En Euskadi y en España. Uno, no obstante, no deja de sorprenderse de que el partido que más rédito electoral obtiene hoy del fin de ETA sea aquel que no se atreve a calificarla de grupo terrorista. Quizá es alarmante. Quizá es la nueva normalidad, aunque nos cueste entenderla.

Suscríbete para seguir leyendo