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Inocencia interrumpida

Si por algo me alegra que llegue el otoño, es porque voy a dejar de ver culos por doquier. Desde el mes de junio que llevo viendo nalgas prácticamente desnudas de niñas que no superan la quincena. Y lo llevo bastante mal, que quiere que le diga. No dejo de pensar en sus padres y en sus «así no sales a la calle» seguidos por un «papá eres lo peor, los llevan todas mis amigas». ¿Y qué hace el padre? Contar hasta tres para no encerrar a su hija bajo llave y rezar. Rezar con la intención de que la inocencia de su hija no sea mancillada (el pobre no sabe que esto pasó hace años), y rezar para que la moda cambie y la tendencia pase por llevar una túnica hasta los pies. Porque al fin y al cabo, todo es cuestión de modas. De moda de pasarela, pero también de televisión.

Y créame cuando le digo que la tele influye, y mucho. Cuando yo era adolescente estaba de moda tontear con el chico malo del grupo y darse besos a escondidas porque Quimi y Valle, de Compañeros, lo hacían. La amistad y el no te fallaré que tenía como lema la serie de los noventa estaban por encima de todo. Luego llegó el año 2.000 y aquel tierno No te fallaré fue cambiado por un Yo te foll... (y lo que sigue). Y de repente los adolescentes supieron cada vez más, y su inocencia fue a menos. Y ahora... Ahora ellas suspiran por vivir una historia a lo 50 Sombras y ellos se frotan las manos ante las nuevas apetencias de sus compañeras de pupitre. El tema de la braguita pantalón con la que hemos visto a nuestras nenas pasearse todo el verano es lo de menos, señores. El contenido audiovisual para adolescentes avanza a velocidad de vértigo y son los padres quienes tienen que revisar, además de los armarios, qué series y qué películas ve toda esta muchachada. Y tras revisar los argumentos de sus películas y series favoritas, dialogar cuando toque y prohibir si es preciso. Sin que tiemble la voz, como si de un short indecente se tratara. Al fin y al cabo, hablamos de lo mismo.

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