En estos días quizá seamos todavía más conscientes de la importancia de infundir principios morales entre los jóvenes, así como de la cotización que la educación alcanza en términos de convivencia. Por eso, una formación cultural y una enseñanza arbitrarias, que fomenten el resentimiento y la hostilidad, conllevan consecuencias devastadoras para el futuro de la humanidad. De este modo, hoy más que nunca, resulta oportuno sembrar la simiente de la paz en la mente de los más pequeños para que no quepa el resquemor en sus vidas y, en cambio, sea el diálogo y la solidaridad las virtudes que marquen sus agendas sociales.

Sabemos que la espiral de violencia en la que se ven abocados muchos adolescentes nunca tiene un origen abstracto. Sabemos que ésta siempre atiende a causas que habitualmente están relacionadas con un déficit educativo, acompañado en muchas ocasiones, de una carencia de afecto o de una falta de mensajes optimistas que abran corrientes de esperanza sobre su futuro, identidad y autoestima. Por ello, es importante que desde los colegios estemos muy atentos a los comportamientos de nuestros alumnos desde edades muy tempranas. Que seamos capaces de detectar signos e indicios de acoso e intimidación sobre sus iguales o superiores, para atajarlos de raíz y evitar que esos destellos intolerantes se instauren como conductas que marquen un estilo de vida inconcebible.

Teniendo en cuenta estas circunstancias, la prevención se posiciona como uno de los sillares principales en los que se sujeta la solución de este problema. Por esta razón, durante esta semana, somos muchos los colegios que nos hemos unido a la campaña internacional sobre el acoso escolar que organiza anualmente la Antibulling Alliance en Reino Unido. Durante este tiempo, los centros docentes sensibilizados por esta cuestión cívica, trabajamos iniciativas pedagógicas y didácticas orientadas al fomento de los valores humanos para cauterizar cualquier riesgo de acoso escolar. En este proceso intentamos que los padres formen parte de estas iniciativas, ya que el trabajo conjunto entre tutores y profesores resulta imprescindible para romper inercias conflictivas. De este modo, ponemos a su servicio guías y protocolos personalizados para que cada una de las partes sepa cómo actuar tanto en su prevención como en su resolución.

Durante estos siete días insistimos, desde Primaria hasta Bachiller, sobre la importancia de respetar al que tienen en frente, sea cual sea su cultura, sobre el valor de saber escuchar, de compartir, de desplegar generosidad, de provocar la amistad y evitar la intimidación, entre muchos otros aspectos que les promueve una actitud tolerante, alejada de cualquier provocación. Al mismo tiempo, se les ofrece información suficiente sobre cómo proceder si se sienten acosados y de cómo afrontar la decisión de delatar al agresor sin miedo a que su situación como víctima se acentúe.

De otro lado, debemos tener muy en cuenta que en los últimos tiempos ha cobrado especial relevancia el acoso en las redes sociales. La falta de percepción directa que los jóvenes tienen cuando hacen daño a través del ciberespacio es un problema que debemos atender sin dilación, puesto que los agresores no se sienten culpables de un delito que no ocurre en la vida real ya que no ven directamente las reacciones de la víctima. Entre todos, mediante mecanismos preventivos y la aplicación de las leyes, tenemos que hacerles ver que también en ese escenario las personas sufren un maltrato emocional y esa angustia puede desencadenar en episodios muy trágicos.

Si se impusiera un aprendizaje social integrador basado en los fundamentos de la Declaración de los Derechos Humanos, no solo tendríamos que despreocuparnos del acoso escolar sino también la desafección institucionalizada entre culturas.