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La pesadilla de «la deuda en diferido»

Tras las elecciones de ayer domingo, ¿Sabe alguien como vamos a salir del marasmo financiero del sistema autonómico en el que todos los españoles y los valencianos en particular nos hemos metido? Pienso que no, pero demos tiempo.

La ´deuda en diferido´ es una expresión acuñada por la vicepresidenta Oltra que posiblemente tenga éxito en Valencia en las próximas semanas; incluso alguien le ha dado la vuelta y habla de ´ruina en diferido´. Como figura literaria no está mal pero conviene analizarla porque encierra una buena carga en su contenido. Utilizar ´en diferido´ para referirse a una deuda como si habláramos de una retrasmisión televisiva es casi cruel. Que un partido de futbol se vea en directo o en diferido, no altera el resultado, incluso el nerviosismo del espectador puede que conduzca a tratar de conocerlo antes del visionado correspondiente; sin embargo aplicar ´en diferido´ a la evolución de la deuda de la Generalitat Valenciana es doloroso, ya que la única certeza que se tiene al seguir su evolución es que inevitablemente va a crecer, a pesar de sus colosales dimensiones, respecto del resultado final del episodio nada se puede saber, lo que incremente la angustia del observador interesado, especialmente si de ello depende su sanidad y la educación de sus hijos y nietos. Puede que la vicepresidenta sea brillante en su expresión pero, sea dicho sin mala intención alguna, debería analizar el pequeño sadismo que esta terminología encierra, cuando parece ser cada vez más fiel a la realidad.

El actual Consell está cumpliendo con su obligación al elaborar expedientes con la justa pretensión de enjuiciar, y a ser posible mandar a la cárcel a los presuntos responsables ya que los euros malgastados no vamos a volver a verlos. Se han hecho demasiadas barbaridades desde el entorno de la GV aunque fuera con la complicidad de las sucesivas mayorías absolutas que los valencianos dieron. Camino del juzgado están los documentos de la Formula 1 preparados para las responsabilidades relacionadas con Valmor; los de los colegios para los responsables de Ciegsa y otros vendrán, pero las heridas en la finanzas de los valencianos no están cicatrizadas y por ellas sigue sangrando el riego para nuestro estado del bienestar.

Los episodios que estamos viviendo reflejan que quienes se han puesto al frente del Consell no sabían muy bien, o no quisieron saber, con lo que iban encontrar. No eran suficientemente conscientes de las durísimas condiciones iniciales de la singladura para las que fueron elegidos. Con excesiva ingenuidad dijeron tener soluciones para enfrentar su tarea. A estas alturas ya tendrían que haber empezado a gobernar en serio aunque ello significara tomar decisiones poco agradables, pero han pasado cinco meses y no parecen salir de su pasmo y de expresar quejas. Esta etapa ya es superada cuando incluso el actual ministro en funciones de Hacienda, supuesto y paradigmático enemigo, ha declarado compartir esta visión, la semana pasada en Valencia.

Para ejercer las responsabilidades de gobierno hay que llegar a ellas debidamente informado y ´llorado´ ya que si se gobierna durante mucho tiempo con lágrimas en los ojos nada se resuelve a menos que una determinada violencia entre en escena. Entre tanto el taxímetro de la deuda que nos aflige no deja de aumentar. Si el objetivo del equipo del President Puig era concienciar a la sociedad valenciana del problema de la deuda ya lo ha conseguido. ¿Ahora qué? Es la pregunta que hoy lunes surge desde perplejidad ciudadana.

La semana pasada la consellera Salvador dio la impresión de que se acababa de desayunar sobre lo que para muchos era evidente: Camps para sufragar los costes asociados a la ensoñación de la Formula 1 no tuvo el menor reparo en recurrir el Ente Gestor de Infraestructuras de la Generalitat (EIGE) cuya misión básica era, y sigue siendo, gestionar el patrimonio inmobiliario de la GV. Todos sabíamos de la mentira que suponía afirmar que la aventura con Ecclestone no iba a costar un solo euro. Sin embargo desde los bancos de la oposición poco se dijo; oponerse frontalmente a aquella irresponsabilidad estaba mal visto y se decidió que no era oportuno hacerlo en aquella sociedad valenciana inconsciente. Dramatizar el mensaje de la obviedad de que aquello fue una patraña fue excesivo. No era tan difícil denunciar desde el principio con todo lo gastado desde entonces por el EIGE el balance es por un lado un préstamo de 60 millones por devolver y por otro un entorno del ´circuito´ destrozado y de difícil reutilización. La lamentación de la consellera «una entidad (el EIGE) que se ha de dedicar a vivienda pública y social, cuando tenemos un parque de viviendas absolutamente degradado e insuficiente» es comprensible pero no muy legítima cinco meses después de estar al frente de la conselleria y habiendo elaborado ya unos presupuestos para 2016 que Les Corts aprobaran en pocos días. Lo dicho, gobernar es algo mas que llorar.

Los actuales miembros del Consell deben estar viviendo una pesadilla. Semana tras semana están comprobando que la situación de las cuentas de la Generalitat Valenciana son incluso más complicadas de lo que se podía temer. El equipo del President Puig, en un ejercicio de cierta inconsciencia, pensó que sabría encararlo, quizás fue un acto de adolescente ante la posibilidad de tocar poder. Todo parece indicar que no sabían a ciencia cierta donde se metían y las peores hipótesis se han confirmado.

El episodio del IRPF de 2012 no pagado a la Agencia Tributaria es incluso más significativo. Uno no sabe quién es el culpable de los 400 millones de euros menos que le van a llegar a la GV a cuenta de las retenciones no liquidadas. Uno no sabe que pensar, si fue el antiguo equipo de la Conselleria de Hacienda que lo ocultó a sus sucesores, en un episodio que recuerda el de las facturas en los cajones, o por el contrario si fueron los recién llegados quienes no supieron enterarse que estaban ante una deuda contraída por la GV en 2012, cuando todavía no había mecanismo extraordinarios como el FLA y que había que pagar intereses a la agencia tributaria por este tipo de retrasos, como le ocurre a cualquier hijo de vecino.

Ni quienes las urnas cesaron en mayo aceptan la responsabilidad del agujero, ni los que han llegado habían apuntado la deuda a satisfacer. La consecuencia de la discusión se traduce en mayor riesgo para el estado del bienestar de los valencianos. Ninguna explicación ha sido dada por unos y por otros, para que los ciudadanos sepamos a qué atenernos. La democracia moderna no funciona sin entender lo que ocurre.

Hemos votado. Ahora hay que tomar decisiones realistas sobre el funcionamiento del estado autonómico, las que sean pero no aquellas que no resuelvan la actual ´deuda en diferido´ que relata la vicepresidenta y que no reproduzcan el monstruo en poco tiempo. Las comunidades autónomas no pueden ser un mecanismo, pretendidamente descentralizador, que vehicule tensiones que se refieren a desigualdades entre españoles.

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