El centralismo, además de antidemocrático, es ineficiente en política, para el entendimiento social y por su rigidez económica. El funcionamiento de las empresas no es democrático y el de los partidos políticos, con dificultades y contratiempos. Así nos va. ¿A qué y a quién tienen miedo? ¿Se temen a sí mismos, porque sus resultados son ineficaces? ¿Nuestra organización es provincial o provinciana? De mediocres de provincias, porque no sabemos advertir que además de provincias también hay comarcas, ciudades y pueblos. ¿Es más ser de capital provincial que de Alcoi, Gandia, Xàtiva, Ontinyent, Alzira, Requena, Burriana, Peñíscola, Morella, Villena o Dénia? La savia emprendedora, industrial, agroalimentaria, turística, de proyectos e iniciativas siempre ha provenido de los pueblos y de las comarcas hacia Valencia. Hasta el dinero de verdad, el contante y sonante. El último vestigio es Caixa Ontinyent. El centralismo valenciano ha de saber que el provincialismo decimonónico fue reivindicativo y regeneracionista. No intolerante ni autoritario como se manifiesta la versión centrípeta del siglo XXI, cuyas fuentes, de anteayer, provienen del dirigismo soviético y, en nuestro caso, de la dictadura franquista. ¡Cuánta coentor!

Antón Costas, catedrático y presidente del Cercle d´Economia, ha alzado la voz sobre las geografías del poder. La primera vez lanzó una llamada de atención sobre el efecto tránsfuga que estaba provocando el proceso soberanista sobre las empresas significativas que, en su opinión, trasladan sus sedes de Barcelona a Madrid en respuesta a una eventual independencia de Cataluña. Salieron al paso las patronales Foment del Treball Nacional y Pimec y sus presidentes, Joaquim Gay de Montellà y Josep Gonzàlez, representantes de las grandes, medianas y pequeñas empresas catalanas para desmentir la generalización de los traslados que obedecían a razones estratégicas de organización, más que por motivos políticos.

La segunda llamada de atención de Costas, más serena y consistente, ha denunciado el malestar que genera en los empresarios periféricos el exceso de centralismo. El hecho de que se haya celebrado con todas las alharacas electorales la inauguración del AVE de Zamora a Madrid mientras el litoral mediterráneo sigue desconectado para ir en AVE desde Alicante a la frontera francesa, tiene soliviantados a políticos y empresarios. Parece que Mariano Rajoy y su gobierno no saben lo que hacen, porque con cada inauguración triunfalista causan más malestar que satisfacción. Las comunicaciones entre Comunitat Valenciana y Cataluña, cada día son más lamentables y tercermundistas. Esto es grave y genera un creciente disgusto entre valencianos y catalanes.

Los perjuicios que ocasiona esa desconexión, además de ser políticamente inaceptables, se cuantifican y así lo hacen diversas instituciones y entidades. El actual secretario autonómico de Infraestructuras, Josep Vicent Boira, y el catedrático Gregorio Martín han inundado la galaxia Gütemberg de estudios, libros y artículos denunciando y descalificando el centralismo. Es oneroso para las zonas logísticamente desamparadas. Los políticos, los empresarios, los profesionales y los ciudadanos no comprenden una situación inexplicable. El centralismo lleva demasiado tiempo esterilizando la actividad económica y política. El exceso de concentración administrativa y de centros de decisión en Madrid ha provocado el éxodo de políticos, empresarios y profesionales, desde la periferia al corazón del Estado.

Era fácil repartir, con la implantación del Estado de las Autonomías, los organismos y los centros de decisión oficiales, equitativa y racionalmente, por la geografía peninsular. ¿Qué sentido tiene que la Dirección General de Puertos del Estado, del Ministerio de Fomento, resida en Madrid, «puerto de España»? El Comité de Gestión de la Exportación de Cítricos, con cobertura para los intereses citrícolas de toda España, fue creado por ley en 1972 y mantiene su sede en Valencia. Hecho singular.

La consideración de Antón Costas concreta más. Habla del «capitalismo de amiguetes», cuyo ejercicio se ha institucionalizado en Madrid, villa y corte, al calor del poderío administrativo que se genera en torno a los ministerios, a la Presidencia del Gobierno y a la sede de los grandes bancos „excepción de Caixabank y el Banc de Sabadell„ o Gas Natural Fenosa, así como a los destellos deslumbrantes de la capitalidad del Estado.

La geografía del poder que llevó a vascos y catalanes a situar destacadas «embajadas de negocios» en Madrid, también tuvo un efecto político paralelo. Hubo gobiernos socialistas que tuvieron bastantes miembros que procedían de Cataluña y de la Comunitat Valenciana. De esta forma se diluían las cuotas de poder. La excepción de la Oficina Europea de Patentes y Marcas, con sede en Alicante, es debida a la Comisión Europea y la Autopista del Mediterráneo, siempre de peaje, responde a la clarividencia del Banco Mundial que la impulsó y financió, a pesar de quienes mandaban en Madrid.