Por el simple hecho de permitir y participar (no organizar) en una cabalgata laica con Tres Magas (Libertad, Igualdad. Fraternidad), el alcalde de València, Joan Ribó, han recibido toda una serie de improperios (cretino, mamarracho, payaso), impropios del debate en una sociedad democrática en pleno siglo XXI. La cabalgata fue organizada por la Sociedad Coral El Micalet, una institución cultural seria y respetada. La excusa era revivir la fiesta que en 1937 se hizo a niños que se encontraban refugiados en València.

Se acusa al alcalde de intentar imponer un reverso laico de las fiestas y costumbres cristianas. Más bien, llevan siglos los cristianos intentando imponer sus fiestas y costumbres a media humanidad (conquista de América, las cruzadas medievales, la Inquisición). Apuntan los críticos de la iniciativa que quienes así actúan quieren acabar con la Iglesia Católica, cuando la realidad es que desde siempre, la Iglesia hace lo que le da la real gana (inmatriculaciones del patrimonio, dominio de la enseñanza, adoctrinamiento a cargo del estado, misas en la televisión pública, manifestaciones contra el Gobierno o desprestigio del librepensamiento como hizo el obispo de Córdoba diciendo que la fecundación «in vitro» es un aquelarre).

Se llega a decir que quienes no creemos (a secas), deberíamos renunciar a celebrar las fiestas religiosas. Y yo estoy de acuerdo, pero con dos condiciones. La primera es que las fiestas religiosas dejen de tener carácter nacional y oficial, pasando a ser días laborables y que los creyentes se pidan días de vacaciones para hacer sus celebraciones. La segunda condición es que consensuemos qué días podemos celebrar todos (independientemente de las creencias) y ponerlos como festivos oficiales (día del trabajo, la libertad, la democracia, derechos humanos€).

A quienes no creemos, se nos acusa de no tener la suficiente valentía para decirles a nuestros hijos que no se pueden vestir de marineritos para tomar la primera comunión como el resto de sus compañeros de colegio. Totalmente falso, pues ¿qué capacidad de decisión pueden tener unas personas con seis, siete u ocho años para decidir en estos temas, y más cuando ya se preocupa la iglesia de inculcarles doctrina casi desde que nacen? Si unos padres creyentes preparan a sus hijos/as a tomar la primera comunión, son padres responsables y buenos ciudadanos. Pero si no son creyentes, preparar a sus hijos/as hacia otras celebraciones es irresponsabilidad. Esto es fanatismo del más puro, que sólo ve las cosas en una dirección. ¿Hay alguna duda de que si hubiera un día universal de la infancia, y a los niños y niñas se les permitiera disfrazarse y hacer una fiesta con regalos, no les encantaría celebrar ese día sin necesidad de comulgar con nada?

Por si fuera poco lo de «cretino» aplicado al alcalde, también aplican ese adjetivo a todos aquellos que felicitan a sus amistades con un «buen solsticio de invierno», apuntando que fuera del nacimiento de Cristo no hay nada que celebrar. Precisamente fueron los cristianos quienes pusieron el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre, apropiándose (y prohibiendo donde pudieron) las celebraciones paganas que ya se hacían desde tiempos de los romanos.

Para rematar el despropósito, se tacha de «tipas gordas y feas disfrazadas de merengue» a las tres mujeres que encarnaron a la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, lo cual no sólo demuestra poca sensibilidad hacia esos principios de convivencia universales, sino que se atisba un odio nada disimulado hacia la mujer, pues nunca se oye hablar de «tipos gordos y feos disfrazados de reyes».

Y para terminar, me asalta una duda: ¿por qué una mujer no puede hacer de rey mago barbudo, pero resulta que un hombre blanco sí puede hacer de rey negro? Es lo que tiene pensar y actuar en consecuencia, que nos convertimos en cretinos a ojos de quienes prefieren creerse los dogmas con los ojos abiertos y el cerebro cerrado.