El presidente (por ahora), ha hecho unas declaraciones en las que utiliza el Senado como arma arrojadiza, y amenaza con ella. Ya no es una parte del Estado, que funciona al servicio de la ciudadanía, sino un instrumento vulgar y corriente para coaccionar a todo un país. Pero claro, es que en la Cámara Alta resultan muchas cosas sorprendentes. La primera, es su función, algo difusa, una supuesta garantía duplicada; ya ven, necesitamos que nos vigilen dos veces, y así y todo nos golea la corrupción.

Por otro lado, no me digan que no es raro que se utilice para la elección de los senadores y senadoras un sistema diferente. Un simulacro de listas abiertas, como si ante la disyuntiva de dos sistemas distintos decidiéramos mezclar los dos.

Y, al final, lo verdaderamente extraño es que en las mismas elecciones, con los mismos votantes, y las mismas circunstancias, siendo domingo y soleado, los resultados sean diferentes, y mucho. En una Cámara hay mayoría absoluta de un partido que, castigado por la corrupción y por la manera de gestionar la crisis, ha perdido la confianza de la gente en la otra cámara, ambas casi pared con pared. Ya tenemos una contradicción encima de la mesa y una amenaza de bloqueo.

Si a todo eso añadimos que son los propios partidos quienes eligen a una parte de los senadores, estamos convirtiendo esta institución en un refugio de personajes rechazados por la gente pero premiados en clave interna, que quiere decir por razones inconfesables. Y en esas estamos. Ustedes negocien, negocien, viene a decir el mandatario interino, que nosotros tenemos la mayoría en una Cámara de la que nadie habla pero por la que pasan las leyes, y las filtraremos a nuestro libre antojo.

Si el Senado está cuestionado, si supone un gasto injustificado, y ahora resulta que es la ratificación de un artilugio electoral que ofrece resultados dispares ante la misma situación, habrá que plantearse seriamente si necesitamos de verdad tanta garantía, tanta, que genera parálisis más que otra cosa.

La verdad es que tenemos trabajo por delante para ajustar las instituciones a la realidad social. Y mientras, la Constitución envejeciendo.