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Misterio y religión de las Fallas

Cada falla tiene su «Llibret» explicativo del monumento, dibujos y poesía satírica, en verso valenciano, que le ayudará a entender mejor el monumento y sacarle su fruto. De autor anónimo, se ha aventurado que su redactor fue un canónigo de la Seu de Xàtiva, autor anónimo, por la cuenta que le tenía, del primero de la historia de las Fallas, con cierta clase y altura, titulado «La creu del matrimoni».

Describe «el viache al infern», lema de la Falla setabense, que acaba con un «vinga el Dimoni y a poc a poc al matrimoni pegueli foc». Está plagado el libreto de sentencias irónicas antimatrimonio: «Del matrimoni la creu, cuan la dona es molt llauchera, mes pesà la encontrareu que´una mola farinera». El subtítulo, muy explicativo: «Eixersisis que deu practicar tot home ans de probar el inmens pes d´esta creu, escrit per a visitar la falla de la plasa de la Trinitat en l´añ 1866».

Tan fuerte fue aquello, tan misógino, y tan contra la mujer y el matrimonio, que le valió al «llibret» toda una carta pastoral del arzobispo de Valencia Mariano Barrio condenándolo de «herético, impío, escandaloso, obsceno, inmoral, injurioso al matrimonio, al estado eclesiástico, y a las personas piadosas y timoratas».

Al capitán general le faltó tiempo, cuatro días antes de San José, para enviar una carta al alcalde de Xàtiva prohibiendo se plantara Falla y se requisara los ejemplares que se pudiera del «Llibret», impreso en los talleres del histórico Blai Bellver, a quien otros investigadores apuntan pudo ser él mismo el autor del irónico poema, que hoy sería tildado de misógeno. Allá que el alcalde envió al alguacil a la imprenta a incautarse de los pocos ejemplares que quedaban por repartir.

De aquel palo, tales astillas hoy. La historia de la literatura festiva fallera está llena de poetas de fina ironía, de gran ingenio y gracia. Hombres sesudos, incluso de leyes, como Bernat i Baldoví, escribieron versos socarrones „la socarronería es muy propio de los valencianos„ para hacer hablar los estáticos monumentos de cartón piedra, los «ninots» en su calidad de actores y actrices del vodevil, o del sainete, que siempre es una Falla, y por ello huelen siempre al teatro valenciano de Escalante, donde solemos reírnos de nosotros mismos, sainetes que han llenado muchos años los teatrillos de nuestros pueblos. Incluso que los intelectuales en algunos momentos han llegado a asumir como algo digno de tener en cuenta.

Miguel de Unamuno al conocer las Fallas previas al inicio de la pasada guerra civil y reflexionó que la obra de nuestro arte efímero es como un goce del momento que pasa, pero quedaba permanente y eterno en el interior de cada uno, donde observaba una religión, una historia mística y misteriosa, al final resumida, recapitulada, sublimada por el fuego purificador. Una historia que en cada Falla relatan puntualmente todos los años los «llibrets», sus poetas festivos, cronistas imbatibles de nuestra historia lúdica de masas más popular.

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