Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Sierra

Por trochas, caminos y veredas

Del mismo modo que en cada aficionado al fútbol hay un entrenador en potencia, incluso un seleccionador nacional, en cada ciudadano hay un peculiar concepto de cómo afrontar su tiempo libre durante el fin de semana. El mío es andar. Si es con un mapa mejor. Desde que en tiempos escolares me acostumbré a pasar horas delante de un atlas, no han dejado de fascinarme los mapas. Lo «último de lo último», en mi caso, es coger un mapa de 1938 del Instituto Geográfico Nacional (IGN) y seguir el trazado de los viejos caminos y sendas con un novísimo GPS incorporado al teléfono móvil. Creo que si en 1938, antes de la Guerra Civil y de las grandes transformaciones del siglo XX y XXI, un mapa nos dice de dónde a dónde va un camino, „ de Villar de Olmos a Chera, por poner un ejemplo„ está claro que es un camino público, o una senda „trocha„ pública. Son los caminos de nuestros padres, o de nuestros abuelos, incluso de nuestros remotos antepasados, íberos, romanos o moriscos. Sin embargo, buena parte de este patrimonio se está perdiendo. La ley ha protegido las vías pecuarias, pero ha olvidado los viejos caminos, que forman parte también del patrimonio municipal. Muchos han sido invadidos y otros directamente cortados con muros y vallas ante la pasividad o la falta de recursos municipales. Los valencianos están perdiendo por ahí un inmenso legado cultural y patrimonial, además de medioambiental como «corredores» de la naturaleza, aunque a nadie parece importarle que unos pocos, en nombre de la sacrosanta propiedad privada„que no es tal en este caso„se hayan apropiado de estos caminos.

Lo cierto es que muy pocos municipios son conscientes de este patrimonio común y muchos menos los que dedican recursos a su protección. Quizá ha llegado del momento de que los grupos políticos legislen en favor de caminos y trochas y permitan intervenir a los gobiernos autonómicos, con sus medios y personal, en defensa del patrimonio de todos y del gran legado de nuestros antepasados. Dentro de poco puede ser tarde y los mapas de 1938 no reflejarán más realidad que aquellos portulanos medievales plagados de míticas criaturas en los que el océano acababa abruptamente en una cascada por la que se desangraba el mar y los barcos se deslizaban al abismo. No tiene por qué ser así. La Tierra es redonda. O casi.

jsierra@epi.es

Compartir el artículo

stats