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El San Jorge que ayudó a Jaime I

De San Jorge se sabe bien poco, a pesar de que sobre él se ha escrito muchas invenciones y leyendas. Algunos expertos en biografías de santos han llegado a decir que no existió, o que de todo lo que se cuenta tan sólo un uno por ciento es verdad y podría corresponder a un mártir romano, soldado o tribuno convertido al cristianismo, nacido en Palestina y enterrado en Siria, que para nada fue lo que se cuenta de nuestro popularmente afamado santo, a quien en la ciudad de Valencia se le hace poco caso y en Alcoi se vive todo el año para él con sant Jordiet incluido, más en estos días de sus fiestas de Moros y Cristianos , en que se recuerda la gran resistencia en la Mariola que ofrecieron al embate de los cristianos y a las órdenes de expulsión de los moriscos del territorio.

A pesar de lo legendaria de su figura, desde muy antiguo ha sido venerado, primero en Oriente, desde donde llegó a Occidente de manos de marineros griegos y los cruzados. Su leyenda, la de que mató a un terrible dragón en Libia, se enseñoreó de la Edad Media y sus supuestas reliquias fueron paseadas por todo el orbe cristiano. Inglaterra le tuvo siempre especial devoción y puso bajo su protección a sus ejércitos de una manera singular en tiempos de Ricardo Corazón de León.

Nuestro Jaime I no se quedó atrás y allá que lo invocaba en todas partes donde tenía gresca. En su crónica de guerra, cuando llega el momento de dar cuenta de la Batalla del monte de Santa María del Puig relata cómo los nobles y caballeros con los que estaba coaligado y pelearon dicha refriega le manifestaron que se les apareció san Jorge con muchos caballeros del paraíso que les ayudaron a vencer en la batalla en la que no murió cristiano alguno. Tres cuartos de lo mismo ocurrió en la conquista de Mallorca, donde los sarracenos quedaron asustados al ver entrar primero a caballo un caballero blanco con armas blancas, el mismo caballero que en otras historias y batallas habían visto tanto cristianos como sarracenos.

El san Jorge que veían en sus visiones los que nos cristianizaron cuando éramos de etnia musulmana montaba caballo con paramentos plateados, llevaba cruces rojas en los pechos, divisas de los cruzados, «y habito de los cavalleros de Montesa». El alemán Marçal de Sax afincado en Valencia pintó (entre 1410 y 1420) la Batalla del Puig magistralmente, pero no tenemos nosotros la obra pictórica, sino que se conserva en el Victoria and Albert Museum de Londres. Allí se ve al Rey de Aragón, vestido con el Señal Real de Aragón, don Jaime I, enfrentándose a los muslimes en la conquista de El Puig, siéndole la suerte para él por la intercesión de San Jorge, quien vestido con la Cruz de San Jorge, aparece en segundo plano.

Esta interpretación del artista no se ajusta al rigor histórico, pues Jaime I en agosto de 1237, cuando se dio la Batalla del Puig de Santa María, se encontraba en Huesca y al enterarse de la victoria marchó a celebrarlo al Puig, donde estaban las tropas, algo más de dos mil hombres, victoriosas comandadas por su tío Bernardo Guillem y Guillén de Aguiló. Este ejército era la única guarnición cristiana del Puig, la mitad de la cual fue estratégicamente escondida a los ojos de los sarracenos atacantes mandados por Ben Zeyan.

A mitad del encontronazo, cuando creían los valenciano-musulmanes que estaban dominando la situación, por ser superiores en número, unos 40.000, al son de trompetas aparecieron los infantes y la caballería escondida al grito de «Santa María, Santa María», portando la Enseña Real, que hizo creer a los atacantes era la del temido Jaime I, retirándose del campo de batalla y huyendo hacia Valencia, momento en el que fueron perseguidos por los cristianos hasta media legua antes de llegar a la ciudad, pasado «el riu sech», el barranc de Carraixet.

Cronistas del acontecimiento cifraron en 10.000 los moros que murieron, mientras que los cristianos perdieron cuatro caballeros y siete infantes, atribuyendo el resultado «que se vio a san Jorge combatiendo entre los cristianos».

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