Diez días que estremecieron al mundo es el título del libro del periodista norteamericano John Reed, publicado en marzo de 1919: una panorámica de la revolución rusa de cuyo inicio formal, con el cañonazo del crucero Aurora contra el Palacio de Invierno, del que se cumplirán 100 años el 25 de octubre de 2017. El pasado 1 de mayo, en la jornada de cierre de la 51 Fira del Llibre de València, se llevó a cabo una mesa redonda titulada La lluita que va fer possible el canvi. Crònica d´una legislatura decisiva (2011-2015), con participación de Ignacio Blanco (EUPV), Mónica Oltra (Compromis) y Josep Moreno (PSPV-PSOE). Y el 11 de mayo, José Luis Ábalos, portavoz adjunto del PSOE en el Congreso, publicó un artículo sobre la alianza electoral entre Podemos e Izquierda Unida, titulado El pacto que convierte a un muerto en un zombi.

La asociación entre la trepidante crónica de Reed y las superficiales anécdotas parlamentarias escuchadas en el auditorio del Museu de Ciències del Jardí de Vivers o el precipitado y sectario réquiem leído en elespañol.com, no surge de la improcedente comparación de dos procesos históricos absolutamente diferentes, sino de la preocupante constatación de que las transformaciones económicas, sociales y políticas que ha vivido la sociedad española desde el 15 de mayo de 2011 „inicio formal de la acampada en la Puerta del Sol de Madrid que da origen al Movimiento del 15M„ están pendientes aún de un/a cronista que relacione los textos y contextos que van del campanazo de la crisis del capitalismo especulativo a nivel mundial (con la declaración de quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008), a los resultados de las elecciones del 26 de junio en España, pasando por el 15M y su papel extraparlamentario pero efectivo en la convocatoria a la participación política de miles de ciudadanas/os y en el nacimiento (por acción o reacción) de partidos políticos como Podemos y Ciudadanos.

Los resultados del 26J son imprevisibles después de la fallida conformación de un gobierno con los resultados de las elecciones del 20 de diciembre de 2015, que reflejaron dichas transformaciones en el plano político, y dependerán, en buena medida, de la forma como desarrollen la campaña electoral las fuerzas del progreso y el cambio que quieren tomar democráticamente el Palacio de Invierno, perdón, el palacio de la Moncloa. Son muchas las señales que advierten de que, para lograrlo, el relato del PSOE, IU, Podemos, Compromís y las mareas y confluencias político-ciudadanas, ha de ser respetuoso y basado en los puntos que les unen para enfrentar el paro y las emergencias sociales, frenar la desigualdad, combatir la corrupción (la ajena y la propia) y propiciar un desarrollo sostenible en el marco de una Europa solidaria. Y en ese relato son mejores 20 puntos concretos que 200 gaseosos, sobran las anécdotas de pasillo y la reducción de la Unidad Popular a una caricatura nacida de una autosuficiencia suicida y una penosa renuncia a la socialdemocracia.

En la anterior consideración no se desconocen las contradicciones que a nivel económico, social (no sólo de clases), territorial, ambiental, cultural y ético, afronta España en el contexto europeo y global. Se busca llamar la atención sobre que el balance de los cinco años que se cumplen el 15 de mayo puede ser del cambio o el recambio, de la esperanza o la frustración. Y ello depende, en buena medida, de si se logra consolidar una unidad popular capaz de abordar con coherencia y eficiencia los retos de la sociedad española en el siglo XXI.