No son los dicterios contra la concertada, sino los buches de donde salen; no es la invectiva sectaria, sino su extemporaneidad; no es la vetustez del argumentario, sino el bandullo en que se cuece y los bofes que le dan aliento. Las ideas viejas necesitan corpachones viejos para no arraigar en falso, y buscan cerebros preterizados, mentalidades revenidas, intenciones correosas y tropa de mucho colorido pero escasa disciplina. Da la impresión de que para embotellar los apóstrofes a la concertada se han desatascado manantiales que llevaban siglos olvidados, ocultos bajo prosperidades económicas e hipnotismos electrónicos; que ha vuelto a la vida, galvanizado, el ejército de terracota, la soldadesca de Amenhotep o el ejército de las tinieblas.

Antiguos nuevos combatientes; contemporáneos reclutas antañones; mesnadas de nuestro tiempo con arcabuces de chispa, inquinas de cuero y razonamientos de ballesta. Lo malo es que las ideas decrépitas, para trabar batalla, necesitan adversarios tan decadentes y achacosos como ellas, y no encontrándolos en su época los espigan en otra. De modo que la facción anticoncierto educativo ha escarbado el pasado en busca de fantasmas a su medida y ha soltado en el palenque, traído por los pelos, aquel umbraliano bigotillo de postguerra, el bigotillo franquista y requeté, la pelusa intolerante, inquisitorial y espantable, para que los pertrechos no desentonen: bombarda contra bombarda, mandoble contra mandoble, adarga contra yelmo, culebrina contra espingarda y delación contra calumnia.

Se viste a la concertada con harapos del medievo para ergotizar contra ella sin hacer el ridículo; se la disfraza de inquisición para poder imputarle arbitrariedades; se le adhieren pegotes para denunciarle suciedades; se la dibuja según conviene a los que no quieren aceptar su brillante, preferidísima y eficaz realidad. Son pretextos; pretextos trasnochados; pretextos forzados que sólo consiguen resaltar lo injustificado e intempestivo de tantos ataques. Los que combaten todavía el espectro franquista; los del pública, laica y en valenciano como sinónimos de libertaria, vengativa e impositiva; los que huyen despavoridos de los uniformes, las jornadas partidas y los buenos resultados obtenidos con esfuerzo nos quieren hacer ver bigotillos y torquemadas por doquier.