Todas las portadas de la prensa británica de ayer hablaban de «Top Gear». Sí, ese programa de coches que lleva desde 1977 circulando aunque nació como un espacio de actualidad del motor «normal» que se transformó en el «show» que es en 2002.
Buque insignia de la BBC, le reporta 50 millones de libras anuales por los derechos de emisión en 130 países. Hasta el año pasado, cuando su presentador más controvertido, Jeremy Clarkson, fue despedido por golpear a un miembro del equipo porque la cena no estaba caliente. El trío de conductores fue sustituido, con una estrella de la radio al frente, Chris Evans, que acaba de renunciar en medio de una conjunción de elementos que darían para una serie ambientada en una cadena de televisión.
El espacio ha ido perdiendo espectadores con él esta 24ª temporada hasta bajar de los dos millones el pasado domingo. Empezó con más de cuatro en mayo. No hay «feeling» entre Evans y su compañero Matt LeBlanc, el Joey de «Friends», que dicen que ha llegado al «o él o yo». Por último, y parece que como detonante de la salida, Evans tiene que ir a declarar por un presunto delito de acoso sexual a una compañera sucedido en los noventa.
La noticia nos hace por fin comprender a Mariano Rajoy cuando afirmó que quería una televisión pública como la BBC. Fue en plena campaña, cuando ya se sabe que se dice cualquier cosa, pero igualmente dejó a todos estupefactos en un momento en que se ha batido el récord de informes sobre manipulación informativa en TVE.
Conocidos algunos gustos del presidente en funciones, quizás no pensaba en las entrevistas a políticos a diario en un tono más parecido al de «El Objetivo» que al de Mª Teresa Campos. Tal vez imsginaba un «Top Gear» a la española. Veo a Bertín volviendo a su casa.
