La Administración autonómica no sabe a día de hoy cuál es la plantilla orgánica existente y dependiente de la misma. Desconoce el número de empleados que figuran entre los perceptores de retribuciones procedentes de sus Presupuestos: funcionarios, personal laboral, empleados de empresas públicas, empleados fantasma en ignorado paradero o liberados sindicales? Un sistema para enmascarar aún más el despilfarro en nóminas, el ocultamiento de personas amarradas a las ubres de la administración, así como la continuidad de las perversiones generadas por el amiguismo, enchufismo y malas prácticas, es poner en funcionamiento el denominado teletrabajo.

No se sabe „salvo los destinados a atención directa al público„ qué empleados podrán estar tres días de fiesta (los otros dos tendrán que estar «amarrados al duro banco de una galera turquesta, ambas manos en el remo y ambos ojos en la tierra») y qué tipo de selección se hará para que los beneficiados de entre 15.000 (o 150.000) empleados puedan disfrutar de la proximidad del hogar: si por razones ideológicas, por ser ediles de algún ayuntamiento próximo al poder, por amistad manifiesta o porque sí.

Tengamos en cuenta que ya en anteriores legislaturas fue imposible determinar cuántos eran los liberados sindicales (¡eso sí que era teletrabajo!), a qué organizaciones pertenecían y por qué cupo. Forma clara de evadirse de los controles normalizados. Fomentará la discrecionalidad, la politización de la función pública, el amiguismo y la manipulación. Vamos a pasar a una actividad sin más criterios de selección que los deseos del poder vigente en cada momento. ¡Que Dios nos asista!