Creo que está en la mente de todos que España necesita imperiosamente la conformación de un Gobierno, aunque esté presidido por Mariano Rajoy. Como se indica en el manifiesto que suscriben expolíticos, intelectuales y personalidades vinculadas al PP, POSE y Ciudadanos, es prioritario investir un nuevo Gobierno, puesto que el escenario de unas terceras elecciones generaría en la sociedad una mayor desafección contra la clase política y pondría en grave riesgo la imagen de nuestro país en el contexto internacional. Corresponde a los políticos afrontar una legislatura en la que deberán ser capaces de ceder en sus posiciones, dialogar y tender puentes, tal como les han exigido los españoles en dos ocasiones, a través de las urnas.

Nuestro país tiene por delante importantes retos, a los que debe hacer frente con un gobierno que no esté en funciones. Quizás uno de los más acuciantes es la consolidación de la supuesta recuperación económica, que debe ir acompañada de políticas sociales, o mejor dicho, impulsar las reformas necesarias para que ese objetivo sea una realidad y no pura retórica electoral, sustentada en las macrocifras. Junto con ello, no puede olvidarse la búsqueda de soluciones al debate territorial de España o la configuración de una posición clara dentro de una Unión Europea que se está descomponiendo, no sólo por lo que supondrá el brexit y la salida de Gran Bretaña, sino especialmente por el hecho de que se estén diluyendo los valores y principios que ilustraron su creación.

Cerrada prácticamente la puerta a un entendimiento entre PSOE y Podemos, parece que en este escenario los focos se centran en la posición que adoptarán los socialistas el día de la posible investidura de Rajoy, aunque esta presión se irá matizando con el paso de los días. Nadie puede esperar una cesión incondicional de Pedro Sánchez, por muy necesaria que sea la gobernabilidad, y en este punto, el nombramiento de la presidenta del Congreso es una clara muestra de la capacidad de diálogo que tienen los populares. Con el voto secreto de un determinado grupo de diputados, el presidente en funciones ha vuelto a demostrar que la política tiene mucho de opereta, donde nuestros representantes son capaces de decir una cosa y justo la contraria, casi sin despeinarse. Como les recordaban Pablo Iglesias o Antonio Hernando, parece que a algunos se le ha olvidado su discurso independentista a cambio de grupo parlamentario con presupuesto, mientras que otros están empezando a hablar catalán en la intimidad, aunque a muchos no nos llegue a gustar.