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Crudo y necesario

Esta semana he visto imágenes que no consigo olvidar. La de los niños que sufren la indecencia de la guerra, una canción interrumpida por un estruendo, se la cantaba una pequeña a su madre cuando la explosión hizo el silencio, o la desgarradora imagen de un niño malherido a la espera de atención en una ambulancia, sin entender el porqué de tanto daño. Ellos han sido estos días los rostros de tantos dramas que ignoramos desde nuestro salón, en nuestra agradable zona de confort. Un lugar donde la vida se detiene de vez en cuando cuando se nos atraganta el bocado al ver ese dolor ajeno que nos produce una efímera pesadumbre que acaba desapareciendo hasta la llegada del siguiente impacto visual. Siria sufre 65 meses seguidos de conflicto y muchas de sus pequeñas víctimas no han vivido otra realidad diferente a la injusticia. Parece que cuando la cosa se alarga el espectador se insensibiliza y por eso son tan imprescindibles estas imágenes que son un golpe de realidad, repetido hasta la saciedad, con el que informar y despertar conciencias. Ojalá todos aquellos europeos responsables de la cruel y nefasta política exterior, hayan perdido horas de sueño al contemplar estas estampas, aunque parece difícil, visto el atropello al derecho y espíritu europeo después de ver a ese niño muerto en la playa. Se llamaba Aylan, tenía tres años y parece que la conmoción que produjo en la sociedad a finales del año pasado ha caducado€

En televisión lo que no se ve no existe y en esta sociedad en la que vivimos, avanzada y retrasada a partes iguales, tenemos la obligación de mirar fijamente y con más frecuencia. Fijar la atención en unas imágenes que impactan, crudas y necesarias, para no olvidar y sobre todo actuar ante una crisis de personas que huyen a la fuerza y de valores que brillan por su ausencia€

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