En estos otoños tan suaves que disfrutamos en los últimos años, sorprende que, con gente disfrutando de las playas hasta bien entrado octubre, los servicios municipales de vigilancia y socorrismo de playas en nuestro litoral mediterráneo ya no estén desarrollando su función. Seguramente no sea necesario el mismo despliegue que en pleno verano pero, al menos, los fines de semana deberían movilizarse unos servicios mínimos para garantizar la seguridad de los bañistas. Los ayuntamientos deben empezar a plantearse que el calendario de este servicio básico en las playas ya no puede desarrollarse igual que hace dos o tres décadas. Aún hoy a finales de agosto, o como mucho el 15 de septiembre, el servicio se interrumpe hasta la próxima temporada. Con otoños cada vez más benignos y, asimismo, con primaveras casi estivales, los servicios de socorrismo de las playas en el litoral mediterráneo español tendrían que prolongarse desde el 1 de mayo hasta el 15 de octubre, distribuyendo la cuantía de efectivos de forma racional, primando la temporada alta, pero sin dejar las playas sin vigilancia el resto del período señalado, como sigue ocurriendo en la actualidad. Es como si el servicio municipal de bomberos dejara de funcionar en primavera porque al reducirse el frío invernal y usarse menos las estufas y braseros, el menor riesgo de incendio en las viviendas, permitiese cerrar los parques de bomberos hasta el siguiente invierno.

Los cambios en las temperaturas de los equinoccios, cada vez más evidentes, obligan a modificar protocolos que hasta ahora se creían inamovibles. Los servicios municipales deben adaptarse al ciudadano. Y a muchos ciudadanos les gusta seguir disfrutando de las playas a finales de septiembre y comienzos de octubre, porque el tiempo atmosférico acompaña. Como suele pasar en nuestro país, ojalá no tenga que ocurrir una desgracia para que se impulse el cambio de este rígido calendario en una contrata imprescindible para garantizar la vida de las personas.