Una forma de medir la influencia de las diferentes áreas que competen a un gobierno es comprobar si tienen un ministerio independiente o compartido. Desde esta perspectiva, lo importante en el nuevo ejecutivo de Rajoy sería el ejército „Ministerio de Defensa„, la policía „Ministerio del Interior„, Fomento (entendemos que de infraestructuras y edificios) y la justicia. Los demás ministerios tienen varias competencias, hasta cuatro, una de las cuales sería el medio ambiente; el reto más importante que tenemos como civilización resulta ser de los más compartidos, con alimentación, pesca y agricultura.

La cultura también comparte ministerio, con educación y deporte, aunque dado como ha tratado el PP a cada una de estas áreas en su anterior legislatura, sería mejor llamarlo Ministerio de Deporte, Educación y Cultura, en ese orden de prelación, pues los dos últimos no pueden ir juntos a la cola, que sería lo más correcto. También se suprime en el nuevo organigrama la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas. Esos objetos tan anticuados, susceptibles de generar cultura y pensamiento. Finalmente el libro ha ido a sumarse a la Dirección Generañ de Política e Industrias Culturales. Pero los nombres casi nunca son inocentes: mal maridaje, la industria con la cultura. Al igual que la filosofía, la cultura no debe equipararse a cualquier otra área productiva. La esencia de la cultura, como la del pensamiento, debe estar por encima de la idea de productividad y de mercado, aunque también haga uso de él.

Todo ello no hace sino abundar en la marginación de las humanidades, para potenciar un modelo de sociedad regido por la productividad propia del pensamiento único neoliberal. Para dicha ideología, la cultura solo tiene sentido como entretenimiento, y siempre que sea amable e inerme: no como cuando la gente del cine y del teatro se movilizaban contra el PP ante los sucesivos atropellos a su sector y a las libertades públicas. Así es lógico que les recorten. Al fin y al cabo, la cultura basada en un pensamiento autónomo fruto del conocimiento de la historia y el análisis crítico del presente es un enemigo para el nuevo gobierno „tan añejo a la vez„ que nos va a tocar sobrellevar.

Pero recordemos que la cultura, la que no es sólo industria, sino irrenunciable necesidad de expresión artística, poética, intelectual, nunca se ha arredrado ante la marginación y los ataques de los poderes fácticos, nunca suficientemente absolutos como para acallarla. Así seguirá siendo, por mucho que suban el IVA cultural o escaseen las subvenciones. Y no siempre se ha hecho la mejor literatura, el mejor arte en los tiempos de bonanza; en muchas ocasiones ha sido más bien al contrario.