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De paseo por Bersabea

El siempre molón Italo Calvino habla en su libro Las ciudades invisibles de Bersabea, una urbe que cuenta con dos versiones de sí misma: la celestial y la infernal. Según sus habitantes, la Bersabea que se alza en el firmamento resplandece de éxito y bondades, mientras que la metrópoli del averno acumula basura, despojos y tinieblas. No cuento más para no reventar el final del relato, no soy tan cruel. El caso es que en estos tiempos que nos ha tocado habitar, también nosotros convivimos con dos proyecciones opuestas de la cotidianidad. Una está hecha de declaraciones autocomplacientes y cínicas que dibujan una realidad paradisíaca; la otra, de certezas dolorosas, grisáceas e ignoradas.

En la versión idílica de la existencia todo va bien, todo está en orden, circulen. Vivimos en el mejor de los mundos posibles y la luz brilla fulgurante al final del túnel. Nadie gana por jornada completa menos del Salario Mínimo Interprofesional, porque, como dice la ministra de Empleo, Fátima Báñez, eso sería ilegal. Y punto, no hay más que hablar. Las horas que se trabajan en negro o los contratos basura de apenas diez horas al mes son anécdotas simpáticas. Los becarios eternos aspiran a cobrar en abrazos porque comer está pasado de moda y a ellos lo que de verdad les motiva es aprender hasta la muerte. La cultura del esfuerzo nos hará libres, cualquiera puede convertirse en un exitoso emprendedor si le pone ganas e ingentes cantidades de purpurina.

Tan pluscuamperfecta es esa proyección que algunos individuos pasan hambre solamente para que las gentes caritativas tengan algo que hacer en su tiempo libre. Siente un pobre a su mesa y regálele ese gorro viejo que ya no usa. Los trabajadores emigrados son jóvenes aventureros que tratan de emular a Jack Kerouac. Y si alguien se queda en paro será porque es vago o problemático, pues la locomotora de la economía va viento en popa a toda vela. Ay, creo que se me han mezclado las metáforas marineras y ferroviarias, bueno, no importa. ¡Mira los trillones de puestos de trabajo creados! Un vaso es un vaso y un plato es un plato.

Justo en el lado contrario tenemos la proyección vital en la que se amontonan angustias e infortunios. Allí, mueren ancianas por no poder pagar la factura de la luz sin que ello suponga una conmoción colectiva. Se puede tener un empleo o tres (o cuatro) y seguir siendo pobre. Los derechos a los que renunciamos hace unos años no parecen estar haciendo el petate para volver a nuestro regazo y vamos tirando como podemos porque dime tú si no qué hacemos.

En ese mundo cochambroso, los teleoperadores están en lucha para alcanzar unas condiciones laborales que no se inspiren tan directamente en el medievo y las camareras de piso cobran dos euros por habitación de hotel limpiada. Aunque según contó la estrella del PP, Pablo Casado, su hermano médico también tiene ahora que atender a más pacientes que antes, así que tampoco es para tanto.

Pero bueno, no sé por qué estáis leyéndome a mí cuando podríais ir a cualquier librería y haceros con un ejemplar de Las ciudades invisibles. Además, es un libro con el que se liga mucho. Lo abres en cualquier lugar público, pones cara de intensidad y el éxito está más que asegurado.

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