La realidad hispana es un secular cúmulo de tribus sociológicas. La casualidad hizo que coincidiera, entre niebla y lluvia, el 3 de enero -el día que Aznar culminaba el jaque de FAES al PP- por tierras pontevedresas con Mariano Rajoy en «O Mosteriro de Armenteira», mientras tomaba café en el bar «O Comercio». Punto final de sus paseos matutinos, antes de que lo recogiera el coche con cristales tintados. El monasterio, empapado de magia y misterio, es un cenobio cisterciense orientado al silencio y la meditación, donde se venera la Virxe das Cabezas. Advocación mariana que libera de migrañas y jaquecas. El hermano Blas, monje que regenta la tienda monacal, confirmó que Rajoy a menudo pasa por allí, a dos pasos de su mostrador, sin decir nada. En cambio, como en una premonición, ensalzó el talante afable del recientemente fallecido, Mario Soares, expresidente socialista de Portugal, que se dejaba caer por los monasterios gallegos, donde se albergaba y compartía sobremesa con la comunidad conventual sobre cosas del mundo y de su intimidad personal.

Veamos. Los gallegos vuelven, cuando pueden, a su lugar de origen a reflexionar y a encontrarse con ellos mismos. Así recargan las pilas antes de la Pascua Militar y de invitar a cenar en la Moncloa al líder de Ciudadanos, Albert Rivera y su séquito. Los portugueses, como el desaparecido Mario Soares -amigo distanciado del errático Felipe González-, en su mayoría (78%) están convencidos de la ventaja plurinacional de la Unión Ibérica. Van de su tierra lusitana a los monasterios gallegos vecinos para aproximarse y fundirse en la realidad hispánica que no les es ajena. Así se alejan del bullicio y en un ejercicio de introspección hacen balance de su proyecto de vida.

España es una nación de tribus. Galicia mantiene su identidad. Se apoya en la cultura y en el uso vivo de su lengua. Los gallegos tienen una renta per cápita equivalente a la de los valencianos. Estuvieron deprimidos y han dado un salto espectacular en los últimos veinte años, sin sectores económicos punteros ni especiales recursos financieros. La Unión Europea les sienta bien. Se distinguen por sus singularidades. Es gallego el empresario número uno de España, Amancio Ortega. El imperio Inditex mantiene sus raíces galaicas. Son famosos sus personajes que además de Rajoy, van desde María Pita, heroína coruñesa, a Francisco Franco, Montero Ríos, Fraga Iribarne, la estirpe de los Rosón -militares, ministros y caciques-, Ana Pastor, Núñez Feijóo -presidente de la Xunta, llamado a suceder a Rajoy-, Pepe Blanco, los escritores Valle Inclán, Rosalía de Castro o Álvaro Cunqueiro, el incombustible periodista Fernando Ónega y tantos que trascienden empresarialmente -Adolfo Domínguez, Asunción García, Roberto Verino o las cerámicas Sargadelos-, de las fronteras gallegas y recorren el mundo.

Otras tribus hispánicas disfrutan de respeto, poderío y potencial. Los vascos que, sin ser iguales al resto de los españoles, gozan de privilegios constitucionales y los ejercen. Su lengua diferencial, la única que carece de raíces románicas, les caracteriza por su dureza y simplicidad. Nada que ver con el calado literario de valencianos, catalanes, gallegos o mallorquines. El lehendakari, Íñigo Urkullu, con el peso de la historia y el respaldo de su pueblo patente en las urnas, impone sus condiciones al presidente del gobierno español. No asistirá a la reunión sobre financiación autonómica al igual que el president de la Generalitat de Catalunya, Carles Puigdemont. Catalunya y Euskadi son tribus del conjunto español que pugnan para incrementar su autogobierno. Reconocidos como países insumisos tendrán negociación bilateral sobre sus finanzas. Cada cual a su manera. Y se pactará su encaje con el resto de España donde estamos los valencianos. Las tribus boyantes de Navarra y Rioja, cada cual en su estilo se sienten bien como están.

Al otro lado están las tribus igualitarias por bajo. Extremadura, las dos Castillas, Aragón, Murcia, Asturias o Canarias. Lideradas por Andalucía y su abanderada socialista, Susana Díaz, conforman el frente en el que se apoya Madrid -tribu de tribus- distrito federal, con posiciones difícilmente sostenibles en el futuro, entre la subsidiariedad y el reparto equitativo de derechos y obligaciones en tiempos de escasez.

Ha tenido que venir a Valencia José María Aznar, jefe de la tribu de FAES, invitado por la Asociación Valenciana de Empresarios, para sembrar la discordia. Aristóteles ya dijo que nada se mueve si no lo mueve algo. No se trata de casualidad sino de causalidad. Valencia es territorio abonado para la insurgencia, no por levantisco sino por dúctil. En el banquete, a la derecha de Aznar, Adolfo Utor, presidente progresista de la naviera Balearia y a su izquierda, Vicente Boluda, portuario líder del lobby promotor del plante ferroviario de La Encina. Ambos del sector del transporte, otra tribu.