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Tercera vía (con el agua al cuello)

Mas se descolgó el pasado jueves, y en Madrid, con una misteriosa petición

Mas se descolgó el pasado jueves, y en Madrid, con una misteriosa petición. Se trataría de que el Estado (no el Gobierno, precisó) haga una propuesta a Cataluña a modo de tercera vía; algo que pueda situarse "en medio" del "inmovilismo" de Rajoy y el independentismo rampante. El expresident cree que esa propuesta "existe", pero que es el Estado el que tiene que hacerla. Y que debería ser valorada en un referéndum con todas las garantías en el que, además, los catalanes también pudieran elegir entre: a) quedarse como están, y b) ser independientes.

Tres días después el Gobierno reconoce que mantiene contactos "no siempre públicos" con los rectores del "procés" para desatascar la situación. Y que tiene la intención de ofrecer un plan para satisfacer las 45 demandas que Puigdemont le hizo a Rajoy en abril del año pasado. Todas menos la del referéndum, la número 46.

¿En qué se ha avanzado? Sobre el papel, en nada, porque Mas es ambiguo en todo menos en que el referéndum tiene que celebrarse, y el Gobierno ofrece de todo (más competencias, más gasto en infraestructuras) menos la consulta. Pero una propuesta de última hora de los secesionistas y un ofrecimiento de paz desde Moncloa caben perfectamente en el guión de la tragicomedia catalana, porque ambos bandos están con el agua al cuello.

Por partes. Los soberanistas necesitan poder presentar algo a los catalanes a los que, cínica e irresponsablemente, han hecho creer que podrían ser independientes (entre ellos, gente de auténtica fe ciega, como Forcadell). Una compensación por haber ignorado durante años la gestión de sus intereses.

La ruptura unilateral, además de no serlo porque nadie reconocería una Cataluña independiente salida de un referéndum ilegal, sólo acarrearía más procesos judiciales y más inhabilitaciones, sin descartar, en esta fase ya putrefacta del "procés", y con compañeros de viaje como la CUP, los problemas de orden público.

Y después de esa consulta por las bravas habría que convocar unas elecciones en las que quien más tiene que perder es el partido de Mas, porque la ERC de Junqueras les ha comido todo el terreno. De ahí que sea precisamente él el que lance la petición de que se les haga una propuesta. Mas, que aspira a encabezar la lista del PDECat si no es inhabilitado, y no Puigdemont, que bastante incómodo está ya con su papel de muñeco útil.

Sin embargo, la situación del Gobierno de Rajoy no es mucho mejor: los jueces están hartos de sacarle las castañas del fuego y la tan traída "operación Diálogo", ridiculizada una y otra vez por sus destinarios, está muerta salvo que su última fase, más "generosa", dé algo de sí. El Ejecutivo del PP ya encara la posibilidad, cada vez más próxima, de la "intervención", provenga ésta de la aplicación del artículo 155 de la Constitución o, directamente, de esa siniestra aparición de las tanquetas y los tricornios por la Avenida Diagonal.

De hecho, Mas tuvo buen cuidado el jueves de mover a la vez las dos manos: una la tendió para recibir la propuesta que desesperadamente pide que se haga; la otra, con el índice levantado como advertencia, la mantuvo firme para dejar claro que la tentación de "tomar" Cataluña ya está sobre la mesa.

¿Se puede ser optimista? Se podría, si hubiera alguna posibilidad de que los soberanistas renunciaran al referéndum, y ya es pedir, a estas alturas, con las posiciones tan extremadas, demasiado, mucho. Pero si llegaran a mostrar tal disposición, que lo dudo, sólo lo harían a cambio, como Mas insinuó, de que "el Estado" se comprometiera a conceder a Cataluña una descentralización máxima, y de que ese compromiso quedara santificado en la Carta Magna por medio de una nueva disposición adicional que blindara las competencias de una nación, no de una autonomía, tal como en su día propuso el "padre" de la Constitución Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. Por cierto, militante de AP-PP desde 1982 hasta 2004.

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