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El país de Ramos y Piqué

En el baile de sillas a lo Benny Hill que los socialistas protagonizan este fin de semana deben realizarse algunas puntualizaciones. Gráficamente podríamos definir como tira cómica ese trasiego de escenarios con Pedro Sánchez mañana en Burjassot y Ximo Puig abrigando al aparato en Madrid -mismo sitio-misma hora- para que el espíritu de Suresnes no se altere. El madrileño ha organizado una épica jornada valenciana desafiando a su oponente Susana Díaz y a este cenobio acudirá buena parte -aunque minoritaria al parecer- de los epítomes del socialismo valenciano. Otros van haciendo mutis por el foro y, o no asomarán por el pabellón burjasotino o -acompañando a Ximo Puig- viajarán a Madrid a ungir con el manto de candidata a la lideresa andaluza. Esta diáspora no hace otra cosa que reflejar el mecano de intereses mal avenidos que subyace avant la lettre en el PSPV

Estrategia. Dicho lo cual, y en el caso de Puig ¿quién se va a Sevilla pierde su silla? A ver, no exactamente. Faltaríamos a la ecuanimidad que intentamos que destile esta página sabatina si no le reconociéramos al Molt Honorable su talante abierto y conciliador, también al terciar en la pugna por el liderazgo en el PSOE. Y habría que añadir -aviso a navegantes- que una hipotética victoria de Pedro sobre Susana en las primarias no supondría matemáticamente un acceso al poder al PSPV del sanchismo valenciano -Mata, Perelló, Ábalos, etc-. Y sin embargo lo cierto es que Puig se ha movido en este duelo por intereses partidarios y no por geoestrategia. Es decir, se ha acomodado de forma incómoda. Y me explico.

Pedro y Susana. El president no comparte objetivamente ningún tipo de ambición común con los contendientes. Del exsecretario general del PSOE le separan sus diferencias por haberle ninguneado a la hora de configurar aquella apócrifa Entesa de la izquierda valenciana al Senado y algún que otro feo más. Respecto a la lideresa andaluza, sólo ha podido forjar una alianza orgánica que colocaría al morellano en posiciones de mayor influencia en Ferraz en caso de que ésta llegara a pastorear la grey. Por lo demás, Andalucía y la Comunitat son como el Madrid y el Barça. En la financiación regional chapurrean idiomas distintos y en el ámbito de las infraestructuras, Díaz la está liando parda con el laberinto ferroviario convirtiendo en sospechoso el ramal valenciano del corredor.

Con el que gane. Aquí lo que les pone realmente es estar con la virtual ganadora. Un vicio mundano y muy español. En los años del furibundo bipartidismo, cuando Zaplana o Camps se batían el cobre con Asunción, Romero, Pla o Alarte, un conocido colega solía poner siempre una vela a Dios y otra al diablo. Es decir, lo esperaban por igual en el Alameda Palace -sede popular- que en Blanqueries. A él le daba igual, siempre ganaban «los suyos». Aquí somos de quien gana o de quien se presume vencedor. Si tuviera que jugármela apostaría a que el PSPV, en su debate interno en busca de lealtades orgánicas, se parte entre los que apoyan a quien quieren que gane y los que dan sustento a la que creen que ganará.

Marginación. Quien sufre con esta tropa es el valenciano de a pie. Marginado hasta las trancas por, entre otras cosas, no chillar demasiado -como defendía ayer Mónica Oltra tras el pleno del Consell-. En eso, como en muchas cosas, el tema ha cambiado poco con la alternancia. El inefable Fabra y el Honorable Puig se asemejan algo, más allá de su obediencia madridista -otra anomalía-. En sus administraciones se viaja igual en limousina de tapadillo, se apuesta por el turismo «low cost», se brinda por los grandes eventos y se coloca a afines a dirigir los medios públicos. Y sobre todo, en lo que más se parecen, es que bajo su gobierno la CV sigue tan ignorada como antes. Puig -con una situación orgánica en su partido por definir- se mueve por estrategia partidista. Actúa como socialista y quizás debería hacerlo como valenciano.

Canarios y vascos. Mientras tanto el resto de autonomías va haciendo camino. En el parlamento. Los catalanes llevarán su estrategia de ruptura al extremo y mientras recogerán frutos. Al parecer Rajoy anunciará -en Barcelona- importantes avances para el corredor mediterráneo -en el tramo catalán-. No es baladí. El independentismo agita el árbol. Los vascos se hacen valer. El PNV apoyará los presupuestos del PP y a cambio los populares hacen lo propio en el parlamento vasco. Y los canarios -con un solo diputado de cariz identitario- también lograrán ventaja de su apoyo a las cuentas. «Nihil novum su sole» en la bancada valenciana. Y eso que por primera vez hay en el Congreso una destacada representación que se presume valencianista. España es en suma un país de carril único, de debates complejos pero de soluciones simples e intereses opuestos que se realimentan en el puente aéreo. Es la España de Ramos y Piqué.

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