En estos días, cuando se cumplen dos años del nuevo Consell (tras más de 20 de gobiernos del PP), se suceden las valoraciones y los balances sobre lo que éste ha dado de sí. Desde UGT-PV también queremos valorar los avances y señalar las carencias que el mismo president de la Generalitat reconoce.

Entre los avances, cabe destacar la eliminación del copago farmacéutico con más de 900.000 beneficiarios, la gratuidad de los libros escolares con otros 500.000, la reversión a lo público del sistema de salud, los planes de igualdad y contra la violencia de género en toda la Administración de la Generalitat, la oferta pública de empleo con más de 4000 nuevas plazas, la vacuna contra la hepatitis C que directamente salva vidas, el empuje y el consenso para la denuncia y reivindicación de la financiación y las inversiones que nos corresponden, el diálogo social más allá de sus logros como una forma de entender las relaciones con patronales, sindicatos y sociedad civil; la apuesta por el cambio de modelo productivo que debe impulsar la Agencia Valenciana de Innovación? y así podríamos continuar con un buen número de iniciativas que suponen avances en justicia social, igualdad y apuesta de progreso.

Entre las carencias, el retraso en la puesta en marcha de propuestas relacionadas con el servicio público de empleo, la falta de seguridad jurídica para quienes nos relacionamos con la Administración, algunas iniciativas en materia de medio ambiente que, aun con las mejores intenciones, rompen consensos imponiendo utopías o la falta de coordinación que el mestizaje produce en algunas consellerías más que en otras y, sin duda, unas cuantas carencias más.

A mí, con todo, me interesa destacar dos cosas: la primera, que nuestra Comunitat es percibida, a pesar de la contraprogramación interesada, como una sociedad más orgullosa de sí misma, más valencianista sin ser nacionalista excluyente, que toma conciencia de su importancia, que no se arruga ante tanta corrupción ni despilfarro (porque aquí si son pasado), que quiere normalizar sus lenguas, sus símbolos y reconocerse en su historia, que por fin sale del victimismo para exigir lo que le corresponde con argumentos, razones y dignidad, sin arrogancia ni lloriqueos. La más renacentista de las comunidades autónomas busca un nuevo renacer y en ello se centra buena parte del discurso del Consell. La segunda, que a pesar de las dificultades que un Gobierno de coalición entre dos partidos políticos con apoyo de un tercero supone y a pesar del discurso de la oposición y los vaticinios de fracaso, peleas internas y desgobierno que se presumían, el Consell ha demostrado cohesión, fuerza y firmeza; ha dado estabilidad (para sorpresa de propios y extraños) y honradez con su gestión. La causa de este éxito, siempre relativo, pero éxito si lo comparamos con otras experiencias similares en otras latitudes y con las expectativas, se debe al talante del president de la Generalitat. Es posible que lo que se conoce como carisma no acompañe las virtudes de Ximo Puig, no creo que sea de los que acodados en la barra ya tienen la faena hecha; pero la responsabilidad en la asunción del cargo y lo que éste representa, la escasa mella que parece hacer en él la vanidad, la perseverancia en intentar convencer antes que en vencer, la autenticidad de su discurso y la bondad son virtudes que los que tenemos por obligación del cargo la oportunidad de conocerlo le reconocemos.

Todos cuantos conforman el Consell hacen posible que éste funcione (en especial la vicepresidenta Mónica Oltra, de personalidad y carisma tan marcados) y son por ello igualmente determinantes de esa difícil cohesión. Pero me cuesta imaginar a alguien más apropiado para dirigir el equipo que con luces y sombras ha conducido esta Comunitat en los últimos dos años que al actual presidente de la Generalitat.