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Quijada de asno y delante: la política valenciana

Menos el cemento del poder que aúna al gobierno del Consell a prueba de bombas, como dijo Mónica Oltra, todo va fraguándose a dos años de las elecciones autonómicas y municipales como corresponde a la inveterada y añeja tradición mejor de nuestros partidos: quijada de asno en mano, patada de mulo y el último que apague la luz. Eso sí, ahora este eterno muladar de la política se blanquea con apelaciones constantes a la democracia interna, a la participación y al sum sum corda.

José Luis Ábalos le siega a Ximo Puig la hierba bajo los pies, como corresponde, y plantea abiertamente la cuestión para el PSPV. Puig que mantenga la corona, o sea la Presidencia de la Generalitat, pero no la secetaría general del partido. Eso que tanto gusta a los que ganan primarias, como es el caso de Ábalos, y tan poco a los que las pierden como es el de Puig.

La historia humana, según la tradición literaria bíblica, comenzó con un asesinato. Caín mató a su hermano Abel, del que no se hizo responsable, con una quijada de asno. Y de su progenie nacieron las doce tribus de Israel.

No íbamos a ser menos los valencianos con nuestros partidos en cabeza. El PPCV parece querer suicidarse con una batalla intestina, que ya adquiere ribetes de tragicomedia nacional, entre unos y otros candidatos a un congreso provincial de Valencia. La cosa ha ido a mayores, como algunos dijimos hace tiempo, y ya se ha convertido el centro derecha valenciano en un OK Corral anunciado.

Sólo faltaban presuntas grabaciones de parte en las que se insulta de modo grave a candidatos y no digamos a su presidenta Isabel Bonig. Génova amenaza con gestora provincial, que sumada a la de la València ciudad, convertiría al PPCV en una emulación de acueducto romano tutelado por Madrid.

Si miramos a la bancada de enfrente de Les Cortes Valencianes y vemos a Ciudadanos, observamos como su exportavoz parlamentario Alexis Marí ya no sabe qué hacer para que lo echen del partido. Le reconozco el mérito y la capacidad, sin duda los frutos vendrán solos.

Y por si Mónica Oltra no tuviese ya bastante con los centros de menores , que es mucho tener y de consecuencias políticas e incluso personales no resueltas, su posición, absolutamente natural, en contra de secundar la moción de censura de Pablo Iglesias a Mariano Rajoy, perdón, al PSOE quería decir, la sitúa en el punto de mira de los dardos envenenados del patrón de Podemos.

Tiene cierta gracia histórica que Iglesias califique al Bloc de «élite de intelectuales» y «gentes muy conservadoras». Algunos de sus fundadores incluso no lo verían con malos ojos. Naturalmente, y con toda lógica, la respuesta de Compromis a Iglesias será la omertà.

Sin duda, el panorama desde el puente es estimulante. Pleno cainismo a la valenciana en marcha, quijada de asno en mano, a mí qué me cuentas de mi hermano si no sé si su padre y el mío pudieran ser el mismo y Dios en la de todos.

Qué será esto el último año de la legislatura. Perfectamente previsible, una guerra civil de todos contra todos que hará empequeñecer al «homo homini lupus» del viejo Thomas Hobbes en su Leviatán.

Por si algo faltaba, volvemos a la época de las oscuras grabaciones de parte y a los topos políticos de otra. Ciertamente enardecedor. Lo mejor de la política, la parausia del Espíritu del Pueblo hegeliano anida entre los palacios de la Generalitat y las sedes de los partidos.

Y la ciudadanía a la suyo: a resolver sus vidas o a soportarlas como único patrimonio público. Naturalmente, luego se escuchan los sacrosantos lamentos por los afectos perdidos hacia nuestra política, nuestros partidos y nuestras instituciones.

Nos hace falta un exorcismomás que una catarsis. Y eso está últimamente más qué dificil. Y algunos, entre los que todavía me cuento, seguiremos luchando con la palabra y la opinión por una política de la excelencia pública y por unas instituciones de la Generalitat tan dignas como corresponde a su historia.

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