Siempre he pensado, como profesor universitario, que la universidad, en relación a la sociedad, debe mantener, activamente, un pie fuera y un pie dentro de su ámbito académico, siempre en recíproco beneficio, tanto del contexto social como de sí misma, en cuanto institución abierta y comprometida. Justamente, en esa línea de cuestiones, se han comportado los responsables de la presente edición crítica de los Diarios de Manaut Viglietti (Llíria, Valencia, 1898-Madrid, 1971), los profesores Federico Castro y Eduardo González, junto con su equipo de investigación y documentación, de la Universidad Carlos III de Madrid.

Sin duda, la apuesta de dicha universidad y, en concreto, la entrega de estos profesores, en favor de conservar, estudiar, poner en valor y dar a conocer, con toda justicia, la figura histórica, la obra pictórica y el significativo archivo del citado pintor y pedagogo, implica la materialización de un destacado ejemplo de cómo la existencia universitaria puede devolver, al entorno social, una parte de sus logros investigadores y de sus desvelos testimonialmente compartidos.

De hecho, me atrevo a formular estas valoraciones, desde el sustrato profesional docente, que me ha ocupado durante décadas, toda vez que creo conocer, en buena medida, tanto la figura del autor valenciano, estudiado, como las estrategias y objetivos desarrollados en/por el equipo investigador, ahora felizmente presentados, en una primera etapa de su tarea, en esta cuidada y reciente publicación. Un libro, muy singular, que recoge, unitariamente, en edición crítica, los diarios de posguerra y cárcel, redactados -como palanca de sobrevivencia descriptiva, analítica y reflexiva- por una persona, que, afectada directamente, entre/ como tantas otras, por una memorable debacle sociohistórica, necesitaba interrogarse literaria y pictóricamente, a la vez, por rastrear y acarar hechos, actitudes, consecuencias, castigos, persecuciones y miedos sobrevenidos.

Todo parecía haber cambiado para Manaut Viglietti, en el inicio de aquellas «horas muertas» que iba redactando: sus expectativas de futuro, la situación familiar y los ritmos del entorno, junto a las valoraciones de los acontecimientos pasados, colectivos y personales, y, sobre todo, guiado por la necesidad de fortalecer sus propios pensamientos, tras hacer balances y contrarrestar verdades y silencios, ratificando responsabilidades y postulando la versatilidad de los sentido de la justicia, a los que se enfrentaba, en su desencajada existencia de posguerra.

Los Diarios de Manaut, que ahora, por fin, podemos leer, seguir y estudiar, fueron, efectivamente, su tabla de salvación y el refuerzo de su personalidad, pero también se convirtieron en el eco documental de su consciencia, precisamente en aquellos años grises de persecución y de penuria generalizada. José Manaut necesitaba escribir/pintar, como reivindicación visceral, por los demás y por sí mismo, también por la memoria, hecha espejo, y por la historia, convertida en enigma sobrevenido.

Escribir y pintar. Grafêin, nos apuntaban etimológicamente los griegos, como herencia compartida, para hacernos ver, a fin de cuentas, que una misma palabra se refería y podía unificar ambas actividades. Sin duda, Manaut supo rendir tributo, simultáneo, a tal potencialidad bifronte, en su clasicidad. Imágenes y palabras.

Ante los dibujos y los textos -que el libro, relacionadamente, nos ofrece, en esa narración contextualizada- más de una vez me he atrevido, personalmente, a preguntarme, en casos concretos, por la prioridad cronológica de los unos y/o de los otros. De hecho, por ejemplo, en sus páginas memorialísticas, nos describe literariamente un personaje o una escena carcelarios, pero además nos los aboceta, con premeditada urgencia -sosegada por el tacto-, quizás en un retrato o un paisaje interior. Memoria de sobriedad, capaz de desvelar los dramas, en la escueta belleza de un simple boceto.

¿Quizás nos describe, con palabras, en sus Diarios, las imágenes ya preexistentes (ekphrasis)? ¿O nos marcan, más bien, por el contrario -las capacidades imaginativas de los textos- con prioridad indiscutible, cuáles serán las claves asumidas, tras ellos, por las posibles representaciones plásticas ejercitadas (hypotiposis)? En realidad, no puedo renunciar a estas herencias clásicas, nacidas de la retórica, ni siquiera al leer los Diarios de Manaut. Sin duda, él me justificaría plenamente, en su condescendencia de pintor que escribía con pasión vital, más que en calidad de reiterado escritor, atrapado, casi por doquier, entre imágenes.

Eficazmente, los editores de la publicación, en su sostenido quehacer, han sabido reconocer el peso y la relevancia de toda contextualización histórica. Ese es, de pleno, uno de los destacados méritos del trabado en consistente equipo. El lector, desde el primer momento, dispone de una sólida barandilla hermenéutica, que le va ofreciendo información y referencias bibliográficas, en paralelo, página a página. Es la mirada actual y el estado de investigación global quienes van respaldando, comparativa y fundadamente, cada apunte biográfico, cada acontecimiento expandido y cada situación histórica, convertidos en documentos investigados.

La memoria, pues, como archivo y como proyecto, sumados, en aras a la edición crítica, que en todo momento se ha buscado, como meta indiscutible. El libro -abordado aquí de manera resumida- se estructura metodológicamente en cuatro grandes capítulos, reunidos estratégicamente en torno al tercero, convertido en eje básico, referencialmente obligado, de toda lectura.

Este capítulo incluye, nuclearmente, los Diarios, divididos a su vez, en tres bloques consecutivos: a) los escritos, en Cuaderno, de los primeros años de posguerra (1939-1943), en los que su protagonista aún no ha sido detenido y que recogen las dispares experiencias de rompimiento familiar, de ocultamiento y sobrevivencia, de ostracismo, temores y numerosas constataciones amargas; b) sigue el Diario de la Cárcel (1943-1944), núcleo de las vivencias de Porlier y Carabanchel; c) cierra el apartado, el Cuaderno Horas Muertas (1944), con carácter plenamente literario, con poemas, descripciones y análisis fuertemente intimistas.

Por su parte, diremos -en este flashback explicativo, adoptado- que el capítulo inicial de la publicación, titulado, «Años de ilusión. La forja de los ideales del artista, intelectual y activista José Manaut Viglietti (1913-1939)» contiene la exposición biográfica del joven Manaut. Un apartado, pues, esencial para comprender debidamente el derrumbe posterior, aunque este hilo conductor, de nuevo, se haya pertrechado del marco idóneo, que incluye tanto las referencias históricas familiares, el contexto geográfico y sociopolítico del ámbito en el que vive, así como el seguimiento de sus estudios, su asentamiento intelectual y artístico, sus viajes y compromisos ideológicos, como librepensador, afiliado a la Masonería, y su entrega, además, a la docencia, a la actividad pedagógica y a la consecución vocacional de su plaza como Catedrático de Dibujo (Tortosa, Ronda y València). También se recoge su activismo en favor de la República, en València, hasta llegar a los últimos momentos de la repentina y triste fragmentación familiar, definitiva, con la emigración americana de parte de sus componentes.

El segundo escalón expositivamente preparatorio corresponde al capítulo centrado en los «Años de esclavitud. La odisea de José Manaut en el engranaje del franquismo (1939-1949)». Es la contrapartida frustrante y radicalizada a los años precedentes de ilusión y lucha. La depuración profesional sufrida, en su tarea pedagógica oficial, será la llave de su desdicha, en cuanto docente e investigador. En paralelo, sobresalen la penalización ideológica, como comunista y el castigo por su militancia masónica. De ahí arrancará, asimismo, al ser delatado y detenido (1943), su experiencia penitenciaria, tanto en Porlier como en Carabanchel. Cerrará el citado apartado, la descripción del purgatorio que le supuso su destierro y la libertad provisional. Se trataba de despojar a los vencidos de su propia historia y narración continuada, siempre en riesgo de amenaza y suspensión.

Con este bagaje, el lector -de la mano de los aportes que la edición crítica, en su contextualización global y en sus concretos seguimientos y comentarios de los textos- puede interesarse y completar plenamente, el desarrollo/estudio de los escritos de Manaut, didácticamente arropados por las imágenes de sus aportaciones (dibujos y pinturas) y por los comentarios de los editores y sus abundantes notas a pie de página.

Además, se añade, finalmente, un cuarto capítulo, fruto también de prolija investigación, donde se recopilan, junto a los retratos de los compañeros en adversidad, las referencias biográficas de los mismos, facilitando un panorama conjunto de aquellos personajes que, a menudo, han aparecido citados / comentados en sus propios escritos y son protagonistas de muchas de sus representaciones plásticas carcelarias. De alguna manera, sirve esta parte final, como una especie de índice de nombres, emergentes en sus escenografías literarias.

Sin duda, esta extensa y cuidada labor -materializada, después de años transcurridos, en la redacción definitiva de este libro- no hubiera sido posible, primero sin el citado equipo investigador de la Universidad Carlos III de Madrid, que decidió abordar una tarea ardua y compleja, codirigida por los profesores F. Castro y E. González. Su gestión ha ido, efectivamente, más allá de la citada investigación desarrollada, posibilitando la creación de un relevante fondo documental, constituido por obras pictóricas, cartas, escritos, diarios y cuadernos varios, constituido testimonialmente por José Manaut, a lo largo de su vida y conservado, con devoción y entrega, por sus herederos, Stella y Ariel Manaut y que consideraron, generosamente, y decidieron que, en buena parte, debía cederse, por convenio, a la Universidad Carlos III.

También hace años, a caballo entre ambos siglos, se constituyó la Asociación Amigos de Manaut. Museo Manaut, sito, hasta ahora, provisionalmente en València. De hecho, aunque nacido en Llíria (20 octubre,1898) José Manaut, acompañando a su familia, se trasladó pronto a la ciudad de València. Su padre, Manaut Nogués, era abogado, periodista y crítico de arte, mantuvo un intenso contacto con la intelectualidad -escritores, pintores y políticos- del momento, como bien se describe en el libro. Sin embargo -«terra patrum patria»/la tierra de mis padres es mi patria- existe, en la actualidad, el compromiso y el proyecto de que, por fin, el Museu José Manaut se constituya definitivamente en Llíria, enriqueciendo así sus fondos y convirtiéndose en un importante centro de acción cultural. En esa vertiente y cometido, han confirmado su respaldo, que esperamos eficaz, distintas instituciones oficiales valencianas, después de tan largo silencio.

En 1980, por fin, llegaría, por parte del Ministerio, tras un calvario de décadas, el comunicado de su rehabilitación profesional, con acceso a su plaza, como catedrático de dibujo. Pero, lamentablemente, José Manaut había fallecido ya el 7 de enero de 1971, sin ver conseguidos su legítima aspiración y su sueño.

De alguna manera, la presente publicación -tras dar a conocer sus escritos, entre 1939-1944, algunas de sus pinturas y numerosos dibujos, en esta biografía contextualizada- ha querido hacer, también, explícita justicia a un intelectual, preocupado por el progreso y el desarrollo humanos, que respaldó al gobierno de la II República y se entregó profesionalmente a la pedagogía y las bellas artes, de acuerdo con su ideología, en una época sumamente convulsa y difícil.

Bien es cierto que tanto la Universitat de València como el Museo de Bellas Artes, hace unos años, le dedicaron sendas muestras y publicaciones a la memoria de Manaut. Además la generosidad de sus herederos y la concreta persistencia de Stella Manaut, en un ejemplar empeño, hicieron viable la existencia de un determinado fondo de materiales depositado, también por convenio, en la Universitat, para su estudio y difusión.