El final de las vacaciones para la mayoría llegó y con él los famosos divorcios postvacacionales. Las estadísticas son contundentes: más del 40 % de las rupturas matrimoniales que se producen en nuestro país durante el año se origina tras el período de descanso estival. Pero ¿qué tienen las vacaciones veraniegas que abocan al divorcio a cuatro de cada diez parejas? Ciertamente, descubrir las razones es hallar las soluciones al problema. Cada pareja es un mundo con unas circunstancias muy particulares, pero sí puedo afirmar y concluir que algunas de ellas son las que analizo a continuación invitando al lector a la reflexión y, ojalá, a la prevención.

Primeramente, acostumbro a distinguir entre las que llamo causas sociales y las vacacionales. Las primeras consisten en que un miembro de la pareja o ambos tienen decidida su ruptura pero se esperan al transcurso de estas señaladas fechas por considerar que son períodos especialmente familiares y no desean añadir un plus de perjuicio a la familia (hijos, familiares y amigos). Pasadas las mismas, solicitan su separación o divorcio.

Las rupturas vacacionales se producen mayoritaria y principalmente por los siguientes motivos. En primer lugar, por falta de negociación entre los miembros de la familia no sólo del destino, sino de roles que adoptará cada miembro durante el descanso, el presupuesto a destinar y que no afecte a la economía familiar el resto del año, las visitas de parientes políticos y de amigos, etcétera. Todo ello aboca en roces, recriminaciones y conflictos que redundan en los ya existentes y acarrean la ruptura matrimonial y/o de pareja.

Si a ello sumamos que los hijos se dediquen a actividades lúdicas, playa, entretenimientos, fiestas y amigos; el esposo, al deporte, aperitivos en terrazas, baños playeros y es la esposa la que se encarga del hogar veraniego familiar, ocupándose de las tareas domésticas como el resto del año, innecesario resulta señalar que la crispación en el ambiente es innegable por evidente. ¿Se podría haber evitado esta situación? Sí, acordando y distribuyendo las tareas de infraestructura doméstica previamente porque las vacaciones son para todos. ¿Soluciones alternativas? Contratar servicio doméstico aunque ello conlleve compensar eligiendo un destino más cercano, un alquiler más económico o reducir el número de días.

Los hijos suelen ser una fuente de conflictos adicional si no se dialoga con anterioridad. Los pequeños están ociosos todo el día y necesitados de supervisión permanente. Por otra parte, la pareja precisa de un tiempo para su propia intimidad. Asimismo, los adolescentes, se quejan de aburrimiento, y así un largo etcétera. ¿Qué hacer? Elegir hoteles con servicio de guardería puede ser una opción para los pequeños que libere durante unas horas a sus padres a fin de que puedan disfrutar libremente de ese tiempo. También los adolescentes se sentirán mejor si previamente se les ha programado unas actividades atractivas que les incentiven.

Otro motivo importante es la falta de habilidades comunicativas en la propia pareja que viene arrastrando durante todo el año y que excusándose en el trabajo, la falta de tiempo, los niños, las atenciones del hogar... pospone el necesario diálogo constructivo y resolutivo hasta que llegan las vacaciones de verano y esos motivos desaparecen enfrentando entonces a la pareja con su cruda realidad. Es de este modo como emergen con más crudeza las diferencias que vienen acusando ambos durante los once meses anteriores haciéndose ahora insalvables y los días de descanso les parecen meses.

Finalmente, es necesario acordar con anterioridad la relación de visitas, tiempo de duración y formas de comunicación con la familia política a fin de hacer agradable (que no asfixiante) la convivencia multitudinaria que no es tan concentrada habitualmente el resto de los meses del calendario. Dedicar algún día a actividades individuales y en conjunto de la pareja, tomarse un café con los amigos y hasta reflexionar solos en silencio o paseando a orillas de la playa, son otras propuestas muy saludables para incrementar la unión afectiva. La conclusión no puede ser más contundente: la pareja que estaba unida durante el año, tras las vacaciones sale reforzada, y la que no, separada o divorciada.